"Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17:3).
“No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová”(Jeremías 9:23,24).
El Dios que nos presenta la Biblia, el Dios Todopoderoso que hizo los cielos y la tierra (Génesis 1:1), no solo anhela que lo conozcamos sino que, en su inmenso amor, gracia y sabiduría a Él le plació revelarse a nosotros.
De
acuerdo con el testimonio bíblico, esta revelación que Él ha hecho de Sí, la ha
realizado por medio de Su creación (Salmos 19:1,3); por medio de Su Palabra escrita,
la Biblia (Juan 5:39) y por medio de Su amado Hijo, nuestro Señor y Salvador
Jesucristo (1 Timoteo 3:16).
No
obstante, en lo que respecta a nuestra posibilidad de conocerlo y a qué tanto
lo podemos llegar a conocer, es necesario advertir por lo menos las siguientes
tres verdades:
1. Dios no puede ser conocido de la misma
manera en la que intentamos conocer un fenómeno, máquina u objeto. Dios es
diferente a todo lo creado. Él no puede ser estudiado y conocido como se
estudian y conocen las partículas en un laboratorio. A Él simplemente no se le
puede aplicar el método científico con estos fines, pues Su misma Palabra
asevera que Él es "Espíritu" (Juan 4:24). Y si bien se requiere una
respuesta humana a su revelación,[1] es Él mismo quien toma la
iniciativa para que lo conozcamos.
2. No es posible obtener un conocimiento
absoluto de Dios. El motivo de esto es comprensible: Dios es infinito
mientras que nuestras mentes, como seres creados, son finitas. De modo que solo
llegamos a conocer a Dios en la medida que Él se nos ha revelado. Simplemente
no nos es posible conocer absolutamente a Dios (Romanos 11:34).
3. Existen cosas secretas de Dios que nunca
llegaremos a saber. Estas "cosas secretas" se tratan de asuntos
que Dios mismo “puso en su sola potestad” (Hechos 1:7). Su Palabra declara que
“las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son
para nosotros y para nuestros hijos para siempre” (Deuteronomio 29:29). De
manera que bien podríamos llegar a conocer grandes misterios del universo, a
medida que la ciencia avanza, pero no alcanzar un conocimiento total del Dios
que la Biblia nos presenta.
Pero
a pesar de estas limitaciones que tenemos de alcanzar un conocimiento
exhaustivo de Dios, una buena noticia es que lo que Él decidió revelarnos
acerca de Sí y de su voluntad es suficiente para saber cómo recibir la
salvación que Él nos da por gracia en Cristo (Efesios 2:8), cómo tener una
dulce y maravillosa comunión de amor con Él y cómo agradarlo por quien es Él.
I. Medios por los cuales Dios se nos ha revelado
Debido a la fundamental importancia que tiene el hecho de conocer y reflexionar en los medios por los cuales el Dios de la Biblia se nos ha revelado, es propicio que pasemos a explicarlos en esta sección, aunque sea de manera breve.
1. Por medio de
su creación
Primero, Dios se nos reveló por medio de Su creación. Esta forma de revelación es la que se conoce como revelación general.
Todas las cosas que Dios hizo: el sol, la luna y las estrellas; las plantas
y los animales; los hombres y las mujeres; todos nos hablan de Él como Creador
inteligente. La Escritura testifica que "Los cielos cuentan la gloria de
Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro
día, y una noche a otra noche declara sabiduría" (Salmos 19:1,2). Todas
las cosas creadas nos hablan de Dios.
Dios no se dejó a sí mismo sin testimonio
(Hechos 14:17) sino que Él puso su sello en todo cuanto hizo para que nosotros
lo reconociéramos, lo glorificáramos y lo sirviéramos. La Biblia afirma que
"Las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente
visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas
hechas” (Romanos 1:20).
El mensaje que la creación contiene y nos envía acerca de Dios como Creador es tan claro y asombroso que no tenemos ninguna excusa para desconocerlo o ignorarlo.
2. Por medio de su Palabra escrita, La Biblia
En segundo lugar, Dios se nos reveló por
medio de Su Palabra escrita, la Biblia. Esta clase de revelación es conocida
como revelación especial.[2]
En la Biblia, Dios nos da a conocer su naturaleza, carácter, voluntad,
nombres, atributos, su poderoso mensaje y las maneras en las cuales Él ha
obrado y se ha manifestado a los hombres en las distintas edades de la
historia. Las Sagradas Escrituras revelan la mente de Dios y su voluntad para
nosotros.
Dios
espera que nos acerquemos al contenido sagrado de su Palabra con una actitud
humilde, reverente y sincera porque Él “atiende al humilde, mas al altivo mira
de lejos” (Salmos 138:6). También espera y manda que la pongamos por obra y la
obedezcamos con toda diligencia. Asimismo, que la enseñemos a otros con todo
denuedo para que vengan al conocimiento de Él y de su voluntad.
Siendo usado por el Espíritu Santo, el apóstol Pablo aseveró que "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra" (2 Timoteo 3:16,17). Esta poderosa declaración acerca de las Escrituras nos comunica que es a través de ellas que Dios nos equipa y prepara con todo lo necesario para la vida piadosa que lo glorifica.
3. Por medio de su Hijo Jesucristo
En tercer lugar, además de su revelación en
la creación y en su Palabra escrita, el Dios de la Biblia se reveló y espera
ser conocido a través de Jesucristo su Hijo.
Jesucristo es la mayor y más clara revelación de quién es Dios. El
escritor a los Hebreos testifica que Jesucristo es el resplandor de la gloria
de Dios y la imagen misma de su sustancia (Hebreos 1:3).
En realidad, no llegamos a conocer a Dios
meramente por nuestras solas facultades o capacidades intelectuales sino
gracias a su inmensa gracia, manifestada a nosotros en la persona y obra de
nuestro Señor y Salvador Jesucristo (Juan 1:17), en quién debemos creer para
tener vida eterna (Juan 3:16). Nadie en absoluto puede llegar a conocer verdaderamente
a Dios el Padre sin primero creer en su unigénito Hijo Jesucristo.
Felipe, un discípulo que estuvo ansioso por
conocer al Padre, dijo a Jesús: “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta” (Juan
14:8). La respuesta contundente de Jesús fue: "¿Tanto tiempo hace que
estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha
visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: muéstranos el Padre?" (Juan 14:9).
Esto que comunicó Jesús a Felipe es lo mismo
que también necesita saber y reconocer todo aquel que anhela conocer a Dios
hoy: Jesucristo es Dios, el que lo ve a Él ve también al Padre.
En otro lugar de las Escrituras, el Señor
Jesús declaró: "Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie
conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel
a quien el Hijo lo quiera revelar" (Mateo 11:27).
En armonía con estas palabras, no cabe duda
de que es gracias a nuestro Señor Jesucristo que llegamos al conocimiento de
Dios el Padre. Juan el apóstol lo dijo de esta manera: "Pero sabemos que
el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es
verdadero y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el
verdadero Dios, y la vida eterna" (1 Juan 5:20).
Si no es por medio de Jesucristo ningún ser
humano puede ser salvo ni llegar a Dios. Esta enseñanza bíblica separa al
cristianismo de todas las religiones del mundo. Nadie jamás, sino sólo Jesús
afirmó con autoridad: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al
Padre, sino por mí” (Juan 14:6).
Sin Cristo simplemente no hay camino que conduzca al Dios de los cielos, no hay verdad que pueda libertar ni vida abundante que disfrutar. El hombre y la mujer de fe sólo han de llegar a la presencia de Dios solo por medio de Jesucristo. La Biblia dice: "Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1 Timoteo 2:5). Sin una fe genuina en este Jesucristo que señala la Escritura es imposible ver y conocer a Dios.
II. Exhortación para los que conocen a Dios
Independientemente del grado o nivel de
conocimiento que alcancemos de Dios, gracias a su revelación, debemos tener
cuidado de nosotros mismos y de la doctrina (1 Timoteo 4:16), a fin de no
sucumbir a las tentaciones del maligno.[3]
La realidad es que cada día vamos a ser tentados
de múltiples maneras por la serpiente antigua (Apocalipsis 12:9), quien buscará
debilitar y destruir nuestra hermosa relación con Cristo, al buscar atraernos
hacia el pecado y a la desobediencia. Satanás tratará de hacer esto cuanto más
él sabe que conocemos a Dios. Así que, estando persuadidos de esto, no debemos
descuidar el hábito diario de la oración, el estudio y meditación continua de
las Sagradas Escrituras y la práctica de otras disciplinas espirituales como el
ayuno.
Cada día debemos vestirnos con la armadura
de Dios, para al final de cada día estar firmes (ver Efesios 6:1-10).
La Biblia nos hace notar que no es suficiente
conocer a Dios para evitar del todo las derrotas espirituales. A través de las
experiencias de varios de sus personajes, la Biblia nos muestra que conocer a
Dios simplemente no nos inmuniza contra las tentaciones o contra la posibilidad
de caer en el pecado.
A continuación, considere sólo dos casos de personajes bíblicos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, que nos hacen reflexionar y nos advierten acerca del cuidado que debemos tener de nosotros mismos:
1. En el Nuevo Testamento, el caso del apóstol Pedro
El apóstol Pedro fue un hombre a quien la
identidad de Jesucristo no le fue revelada por carne ni sangre sino por el
mismo Padre que está en los cielos (Mateo 16:17). Sin embargo, a pesar de esto
y de haber caminado un tiempo con Jesús, él lo negó tres veces en distintas
ocasiones (Mateo 26:34). Pero, ¿por qué lo hizo?
Al analizar las Sagradas Escrituras nos damos cuenta que, en un momento de debilidad, Pedro cedió a la tentación de negar a Jesús debido a un exceso de confianza en sí mismo. Él luego se arrepintió de todo corazón por haberlo negado (Lucas 22:62). Sin embargo, debe quedarnos claro que él fue tentado y tristemente cayó a pesar del conocimiento que tenía acerca del Dios encarnado con el cual había caminado. Esta experiencia también nos debe servir de advertencia a nosotros hoy.
2. En el Antiguo Testamento, el caso de Moisés
Moisés fue un hombre que tuvo el privilegio
de hablar cara a cara con Dios (Éxodo 33:11-13). Él era un siervo manso y humilde
que conocía a su Señor y caminaba en su presencia. Sin embargo, al ser
provocado por el sediento y exigente pueblo de Israel en el desierto, él
traspasó el mandamiento que Jehová le había dado de hablar a la peña de la cual
brotaría agua para el pueblo (Números 20:8). Pues en lugar de hablarle a la
peña, Moisés decidió golpearla (Números 20:8); y esa roca era Cristo (1
Corintios 10:4).
Luego de esta experiencia, Moisés prosiguió honrando a Dios. Él no lo abandonó ni se fue en pos de los dioses falsos. Él continuó haciendo la voluntad del Gran Yo Soy (Éxodo 3:14), a pesar de la reprensión que recibió por su desobediencia (Números 20:12). Sin embargo, la consecuencia de haber deshonrado la palabra que Dios le había dado fue inevitable: no le fue permitido entrar a la tierra de Canaán sino solo mirarla desde lejos (Deuteronomio 32:51, 52).
*Una importante lección:
Por las Escrituras sabemos que Moisés fue
enterrado por Dios mismo en un lugar que nadie conoce hasta hoy (Deuteronomio
34:5,6). En cuanto a Pedro, sabemos que se arrepintió de todo corazón de su
falta (Lucas 22:62) e incluso escribió a los hermanos expatriados de la
dispersión (1 Pedro 1:1) mostrando gran crecimiento y madurez espiritual.
Sin embargo, es importante señalar que las
experiencias por las que ambos pasaron nos comunican esta importante lección:
por más cerca que sintamos estar de Dios o de que lo conozcamos no debemos
confiar en la carne (Filipenses 3:3) ni caminar por el terreno de la
autosuficiencia. Debemos tener cuidado de cómo andamos delante de Dios.
Conocer cada vez más al Dios de la Biblia
solo debe llevarnos a depender más de Él, a sujetarnos a su Palabra en todo
momento y a aprender a ser mansos y humildes de corazón como Cristo (Mateo 11:29).
En su gracia y misericordia, Dios usa maneras y permite circunstancias en nuestras vidas para guiarnos a depender más de Él, aún sin importar cuanto lo conozcamos. A este respecto, Pablo tenía en cuenta lo siguiente: "Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera" (2 Corintios 12:7).
Gerson Rosa
[1] Revelación: es el acto
mediante el cual Dios se da a conocer o se manifiesta al hombre. Significa
"correr el velo", "descubrir" o "revelar".
[2] La
revelación especial también incluye los sueños y las visiones que Dios reveló y,
de manera muy especial, incluye a su Hijo Jesucristo.
[3] El conocimiento de Dios nos ayudará
enormemente a evitar caer en los abismos del pecado y de la ignorancia, pero
esa realidad no nos eximirá de nuestro deber de resistir al diablo (Santiago
4:7) y de luchar contra sus huestes espirituales de maldad (Efesios 6:12).
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