jueves, 30 de junio de 2022

El Dios de la Biblia: Su revelación

"Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17:3).

 “No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová”(Jeremías 9:23,24).

El Dios que nos presenta la Biblia, el Dios Todopoderoso que hizo los cielos y la tierra (Génesis 1:1), no solo anhela que lo conozcamos sino que, en su inmenso amor, gracia y sabiduría a Él le plació revelarse a nosotros.

De acuerdo con el testimonio bíblico, esta revelación que Él ha hecho de Sí, la ha realizado por medio de Su creación (Salmos 19:1,3); por medio de Su Palabra escrita, la Biblia (Juan 5:39) y por medio de Su amado Hijo, nuestro Señor y Salvador Jesucristo (1 Timoteo 3:16).

No obstante, en lo que respecta a nuestra posibilidad de conocerlo y a qué tanto lo podemos llegar a conocer, es necesario advertir por lo menos las siguientes tres verdades:

1. Dios no puede ser conocido de la misma manera en la que intentamos conocer un fenómeno, máquina u objeto. Dios es diferente a todo lo creado. Él no puede ser estudiado y conocido como se estudian y conocen las partículas en un laboratorio. A Él simplemente no se le puede aplicar el método científico con estos fines, pues Su misma Palabra asevera que Él es "Espíritu" (Juan 4:24). Y si bien se requiere una respuesta humana a su revelación,[1] es Él mismo quien toma la iniciativa para que lo conozcamos.

2. No es posible obtener un conocimiento absoluto de Dios. El motivo de esto es comprensible: Dios es infinito mientras que nuestras mentes, como seres creados, son finitas. De modo que solo llegamos a conocer a Dios en la medida que Él se nos ha revelado. Simplemente no nos es posible conocer absolutamente a Dios (Romanos 11:34).

3. Existen cosas secretas de Dios que nunca llegaremos a saber. Estas "cosas secretas" se tratan de asuntos que Dios mismo “puso en su sola potestad” (Hechos 1:7). Su Palabra declara que “las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre” (Deuteronomio 29:29). De manera que bien podríamos llegar a conocer grandes misterios del universo, a medida que la ciencia avanza, pero no alcanzar un conocimiento total del Dios que la Biblia nos presenta.

Pero a pesar de estas limitaciones que tenemos de alcanzar un conocimiento exhaustivo de Dios, una buena noticia es que lo que Él decidió revelarnos acerca de Sí y de su voluntad es suficiente para saber cómo recibir la salvación que Él nos da por gracia en Cristo (Efesios 2:8), cómo tener una dulce y maravillosa comunión de amor con Él y cómo agradarlo por quien es Él.

I. Medios por los cuales Dios se nos ha revelado

Debido a la fundamental importancia que tiene el hecho de conocer y reflexionar en los medios por los cuales el Dios de la Biblia se nos ha revelado, es propicio que pasemos a explicarlos en esta sección, aunque sea de manera breve.

1. Por medio de su creación

Primero, Dios se nos reveló por medio de Su creación. Esta forma de revelación es la que se conoce como revelación general.

Todas las cosas que Dios hizo: el sol, la luna y las estrellas; las plantas y los animales; los hombres y las mujeres; todos nos hablan de Él como Creador inteligente. La Escritura testifica que "Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría" (Salmos 19:1,2). Todas las cosas creadas nos hablan de Dios.

Dios no se dejó a sí mismo sin testimonio (Hechos 14:17) sino que Él puso su sello en todo cuanto hizo para que nosotros lo reconociéramos, lo glorificáramos y lo sirviéramos. La Biblia afirma que "Las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas” (Romanos 1:20).

El mensaje que la creación contiene y nos envía acerca de Dios como Creador es tan claro y asombroso que no tenemos ninguna excusa para desconocerlo o ignorarlo.

2. Por medio de su Palabra escrita, La Biblia

En segundo lugar, Dios se nos reveló por medio de Su Palabra escrita, la Biblia. Esta clase de revelación es conocida como revelación especial.[2]

En la Biblia, Dios nos da a conocer su naturaleza, carácter, voluntad, nombres, atributos, su poderoso mensaje y las maneras en las cuales Él ha obrado y se ha manifestado a los hombres en las distintas edades de la historia. Las Sagradas Escrituras revelan la mente de Dios y su voluntad para nosotros.

Dios espera que nos acerquemos al contenido sagrado de su Palabra con una actitud humilde, reverente y sincera porque Él “atiende al humilde, mas al altivo mira de lejos” (Salmos 138:6). También espera y manda que la pongamos por obra y la obedezcamos con toda diligencia. Asimismo, que la enseñemos a otros con todo denuedo para que vengan al conocimiento de Él y de su voluntad.

Siendo usado por el Espíritu Santo, el apóstol Pablo aseveró que "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra" (2 Timoteo 3:16,17). Esta poderosa declaración acerca de las Escrituras nos comunica que es a través de ellas que Dios nos equipa y prepara con todo lo necesario para la vida piadosa que lo glorifica.

3. Por medio de su Hijo Jesucristo

En tercer lugar, además de su revelación en la creación y en su Palabra escrita, el Dios de la Biblia se reveló y espera ser conocido a través de Jesucristo su Hijo.

Jesucristo es la mayor y más clara revelación de quién es Dios. El escritor a los Hebreos testifica que Jesucristo es el resplandor de la gloria de Dios y la imagen misma de su sustancia (Hebreos 1:3).

En realidad, no llegamos a conocer a Dios meramente por nuestras solas facultades o capacidades intelectuales sino gracias a su inmensa gracia, manifestada a nosotros en la persona y obra de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (Juan 1:17), en quién debemos creer para tener vida eterna (Juan 3:16). Nadie en absoluto puede llegar a conocer verdaderamente a Dios el Padre sin primero creer en su unigénito Hijo Jesucristo.

Felipe, un discípulo que estuvo ansioso por conocer al Padre, dijo a Jesús: “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta” (Juan 14:8). La respuesta contundente de Jesús fue: "¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: muéstranos el Padre?" (Juan 14:9).

Esto que comunicó Jesús a Felipe es lo mismo que también necesita saber y reconocer todo aquel que anhela conocer a Dios hoy: Jesucristo es Dios, el que lo ve a Él ve también al Padre.

En otro lugar de las Escrituras, el Señor Jesús declaró: "Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar" (Mateo 11:27).

En armonía con estas palabras, no cabe duda de que es gracias a nuestro Señor Jesucristo que llegamos al conocimiento de Dios el Padre. Juan el apóstol lo dijo de esta manera: "Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna" (1 Juan 5:20).

Si no es por medio de Jesucristo ningún ser humano puede ser salvo ni llegar a Dios. Esta enseñanza bíblica separa al cristianismo de todas las religiones del mundo. Nadie jamás, sino sólo Jesús afirmó con autoridad: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).

Sin Cristo simplemente no hay camino que conduzca al Dios de los cielos, no hay verdad que pueda libertar ni vida abundante que disfrutar. El hombre y la mujer de fe sólo han de llegar a la presencia de Dios solo por medio de Jesucristo. La Biblia dice: "Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1 Timoteo 2:5). Sin una fe genuina en este Jesucristo que señala la Escritura es imposible ver y conocer a Dios.

II. Exhortación para los que conocen a Dios

Independientemente del grado o nivel de conocimiento que alcancemos de Dios, gracias a su revelación, debemos tener cuidado de nosotros mismos y de la doctrina (1 Timoteo 4:16), a fin de no sucumbir a las tentaciones del maligno.[3]

La realidad es que cada día vamos a ser tentados de múltiples maneras por la serpiente antigua (Apocalipsis 12:9), quien buscará debilitar y destruir nuestra hermosa relación con Cristo, al buscar atraernos hacia el pecado y a la desobediencia. Satanás tratará de hacer esto cuanto más él sabe que conocemos a Dios. Así que, estando persuadidos de esto, no debemos descuidar el hábito diario de la oración, el estudio y meditación continua de las Sagradas Escrituras y la práctica de otras disciplinas espirituales como el ayuno.

Cada día debemos vestirnos con la armadura de Dios, para al final de cada día estar firmes (ver Efesios 6:1-10).

La Biblia nos hace notar que no es suficiente conocer a Dios para evitar del todo las derrotas espirituales. A través de las experiencias de varios de sus personajes, la Biblia nos muestra que conocer a Dios simplemente no nos inmuniza contra las tentaciones o contra la posibilidad de caer en el pecado.

A continuación, considere sólo dos casos de personajes bíblicos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, que nos hacen reflexionar y nos advierten acerca del cuidado que debemos tener de nosotros mismos:

1. En el Nuevo Testamento, el caso del apóstol Pedro

El apóstol Pedro fue un hombre a quien la identidad de Jesucristo no le fue revelada por carne ni sangre sino por el mismo Padre que está en los cielos (Mateo 16:17). Sin embargo, a pesar de esto y de haber caminado un tiempo con Jesús, él lo negó tres veces en distintas ocasiones (Mateo 26:34). Pero, ¿por qué lo hizo?

Al analizar las Sagradas Escrituras nos damos cuenta que, en un momento de debilidad, Pedro cedió a la tentación de negar a Jesús debido a un exceso de confianza en sí mismo. Él luego se arrepintió de todo corazón por haberlo negado (Lucas 22:62). Sin embargo, debe quedarnos claro que él fue tentado y tristemente cayó a pesar del conocimiento que tenía acerca del Dios encarnado con el cual había caminado. Esta experiencia también nos debe servir de advertencia a nosotros hoy.

2. En el Antiguo Testamento, el caso de Moisés

Moisés fue un hombre que tuvo el privilegio de hablar cara a cara con Dios (Éxodo 33:11-13). Él era un siervo manso y humilde que conocía a su Señor y caminaba en su presencia. Sin embargo, al ser provocado por el sediento y exigente pueblo de Israel en el desierto, él traspasó el mandamiento que Jehová le había dado de hablar a la peña de la cual brotaría agua para el pueblo (Números 20:8). Pues en lugar de hablarle a la peña, Moisés decidió golpearla (Números 20:8); y esa roca era Cristo (1 Corintios 10:4).

Luego de esta experiencia, Moisés prosiguió honrando a Dios. Él no lo abandonó ni se fue en pos de los dioses falsos. Él continuó haciendo la voluntad del Gran Yo Soy (Éxodo 3:14), a pesar de la reprensión que recibió por su desobediencia (Números 20:12). Sin embargo, la consecuencia de haber deshonrado la palabra que Dios le había dado fue inevitable: no le fue permitido entrar a la tierra de Canaán sino solo mirarla desde lejos (Deuteronomio 32:51, 52).

*Una importante lección:

Por las Escrituras sabemos que Moisés fue enterrado por Dios mismo en un lugar que nadie conoce hasta hoy (Deuteronomio 34:5,6). En cuanto a Pedro, sabemos que se arrepintió de todo corazón de su falta (Lucas 22:62) e incluso escribió a los hermanos expatriados de la dispersión (1 Pedro 1:1) mostrando gran crecimiento y madurez espiritual.

Sin embargo, es importante señalar que las experiencias por las que ambos pasaron nos comunican esta importante lección: por más cerca que sintamos estar de Dios o de que lo conozcamos no debemos confiar en la carne (Filipenses 3:3) ni caminar por el terreno de la autosuficiencia. Debemos tener cuidado de cómo andamos delante de Dios.

Conocer cada vez más al Dios de la Biblia solo debe llevarnos a depender más de Él, a sujetarnos a su Palabra en todo momento y a aprender a ser mansos y humildes de corazón como Cristo (Mateo 11:29).

En su gracia y misericordia, Dios usa maneras y permite circunstancias en nuestras vidas para guiarnos a depender más de Él, aún sin importar cuanto lo conozcamos. A este respecto, Pablo tenía en cuenta lo siguiente: "Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera" (2 Corintios 12:7).

Gerson Rosa


[1] Revelación: es el acto mediante el cual Dios se da a conocer o se manifiesta al hombre. Significa "correr el velo", "descubrir" o "revelar".

[2] La revelación especial también incluye los sueños y las visiones que Dios reveló y, de manera muy especial, incluye a su Hijo Jesucristo.

[3] El conocimiento de Dios nos ayudará enormemente a evitar caer en los abismos del pecado y de la ignorancia, pero esa realidad no nos eximirá de nuestro deber de resistir al diablo (Santiago 4:7) y de luchar contra sus huestes espirituales de maldad (Efesios 6:12).

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