I.
LAS BUENAS NOTICIAS
En Mateo 13:44, nuestro
Señor Jesucristo dijo que “el reino de los cielos es semejante a un tesoro
escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y
gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo”. Justamente,
estoy emocionado por compartirles una buena noticia de origen divino que,
una vez recibida de manera positiva por cada uno de nosotros, debería producirnos
un gozo similar al que tuvo este hombre, pero en nuestro caso, en un hermoso y
profundo sentido espiritual.
A.
¡Nos encantan las buenas noticias! Tenemos que admitir que
nos encantan las buenas noticias. Nos gusta escuchar que nos digan que fuimos
escogidos para un puesto de trabajo, que esperamos un hijo, que nos sacamos un
premio, que nos dieron una visa o una residencia que anhelábamos o que la
enamorada nos dio el Sí que esperábamos. De hecho, cuando recibimos una muy
buena noticia, a veces nos llenamos de tanta adrenalina y emoción que
literalmente llegamos al punto de saltar de alegría por el impacto que nos
produce esa buena noticia.
B.
No todas las buenas noticias producen el mismo impacto. En
este mes de octubre, en mi lugar de trabajo, los empleados recibimos un correo en
el que se nos comunicaban las buenas nuevas de que íbamos a contar con parqueos
de empleados para estacionar nuestros vehículos. Algunos de mis compañeros de
trabajo y yo nos alegramos por el anuncio, porque sabemos que realmente esa era
una necesidad que teníamos muchos allá. Sin embargo, amados hermanos, ¿creen
ustedes que el impacto hubiese sido el mismo si las buenas nuevas hubieran
consistido en que la institución habría resuelto realizarnos un aumento
salarial de un 80% a todos los empleados”? ¡Por supuesto que no! Muchos todavía
estuviéramos aun celebrando esta buena noticia. De modo que no todas las buenas
nuevas generan el mismo impacto.
II.
LAS BUENAS NOTICIAS EN LOS TIEMPOS DE CRISTO Y LOS APÓSTOLES.
En los tiempos de Cristo y los apóstoles, que era la época en que el imperio romano tenía su dominio, la palabra que se utilizaba para hacer referencia a las buenas nuevas o a una buena noticia era la palabra “evangelio”.[1] Sin embargo, esta palabra no siempre estuvo relacionada con un mensaje de tipo espiritual o religioso, sino que en el contexto de dicho imperio comúnmente se le daba otro sentido a esa palabra. Por ejemplo, escuchar las “buenas nuevas” o “un evangelio” a menudo significaba recibir un anuncio enviado por el emperador, mediante un heraldo al pueblo (y ese heraldo o mensajero debía transmitir fielmente el mensaje encomendado), que era de gran relevancia y cuyo impacto tenía el potencial de producir cambios significativos en las vidas de las personas que lo recibían. El anuncio podía tratarse de que se había obtenido la victoria en la guerra o del nacimiento de un hijo del emperador. Algo similar acontecía y acontece con el cristianismo.
III. LAS BUENAS NOTICIAS
EN EL CONTEXTO DEL CRISTIANISMO
De un modo similar, en el contexto del cristianismo, el evangelio es entendido como buenas noticias de salvación en Cristo, enviadas de parte de Dios, a través de sus mensajeros (la iglesia), dirigidas a transformar las vidas de quienes las recibimos con fe. Y así como ocurrió con el hombre que descubrió el gran tesoro, y así como el gran regocijo que produce el anuncio de haber obtenido la victoria en la guerra, así las buenas nuevas del evangelio de Cristo deben causarnos un gozo e impacto tan grande que nos lleve a hacer cambios radicales en nuestras vidas.
No obstante, la idea de que “el evangelio es entendido como buenas noticias de salvación en Cristo”, aunque se conforma a las Escrituras, todavía puede resultar muy general para quienes no están lo suficientemente familiarizados con las verdades centrales e históricas del evangelio. En realidad, la Biblia presenta el evangelio como un mensaje bien específico. De modo que, y como una manera de despejar dudas sobre lo que bíblicamente es el evangelio de Cristo, conviene que primero comencemos por referirnos a qué no es el evangelio.
A. ¿Qué NO es el evangelio?
A menudo, el mensaje del evangelio[2] suele confundirse con declaraciones que, aunque bien intencionadas en muchos de los casos, en realidad no se corresponden con su definición específica. He aquí algunas de esas declaraciones que NO definen lo que es el evangelio:
a) “el evangelio es toda
la Biblia” (Aunque toda la Biblia nos revela el mensaje de salvación, y aunque
debemos obedecer los mandamientos que Dios nos dejó para obedecer en ella, no
es acertado pensar en “toda la Biblia” como si se tratase de una
definición específica del evangelio).
b) “el evangelio es toda la experiencia o vivencias de la vida cristiana” (Actividades bíblicas como las de cantar, orar, predicar, evangelizar, ofrendar, visitar a las viudas, a los huérfanos y a los presos y otras, a menudo son confundidas con el concepto del evangelio. Sin duda, estas actividades son bíblicas, glorifican a Dios e incluso es mandamiento del mismo Dios que las realicemos. Pero, aunque estas cosas deben surgir y estar motivadas por el evangelio de Cristo y por lo que dicen las Escrituras, tampoco podemos decir que esta sea una definición del evangelio).
c) “el evangelio consiste
en el testimonio personal de un creyente” (A menudo, ofrecer un
testimonio personal de lo que Cristo ha hecho en nuestras vidas puede ser usado
por el Espíritu Santo para traer convencimiento a las personas, pero todavía no
debemos confundir nuestro testimonio personal con el mensaje del evangelio que
declaran las Sagradas Escrituras).
d) “el evangelio es el
conjunto de todas las doctrinas cristianas” (Algunos piensan que
conocer doctrinas como las del cielo, el infierno, la segunda venida de Cristo,
el juicio final, los ángeles, los milagros, la deidad, la iglesia, entre otras,
equivale a conocer lo que es el evangelio. Sin embargo, aunque debemos estudiar
y tener un amplio conocimiento de estas y otras doctrinas bíblicas, así como
enseñarlas en coherencia con la Palabra de Dios, y aunque ellas tienen como
fuente y como centro el mensaje del evangelio, todavía no podemos afirmar que
esta sea su definición esencial).
e) “el evangelio es el conjunto de los beneficios espirituales” (Otros estiman que el evangelio puede ser entendido como la realidad de haber sido hechos hijos de Dios, de ser perdonados, de haber recibido el amor de Dios, el gozo, la paciencia, la benignidad, la fe, la mansedumbre, la templanza, la santidad, la pureza y muchos otros dones y beneficios espirituales. Pero, aunque estos beneficios devienen como resultado de haber creído y recibido el evangelio verdadero, esto tampoco constituye su definición básica y específica).
f) “el evangelio es un
mensaje de prosperidad material (evangelio de la prosperidad)”. Se puede afirmar que el
evangelio de la prosperidad es el mensaje que, en nuestros días, más daño ha
hecho al cristianismo y el que más obstáculos ha puesto al evangelio verdadero
que encontramos en las Sagradas Escrituras. El mensaje de la prosperidad busca
atraer a los hombres con la idea de que Dios los quiere bendecir con
riqueza material, sanar, prosperar y darles mucho éxito y bienes en este mundo.
Sus promotores enfatizan la idea de que las bendiciones de Dios vienen como
resultado del dinero, el diezmo o las ofrendas que uno pueda ofrecer para la
causa de Dios. Sin embargo, aunque muchas de las cosas que son prometidas en el
evangelio de la prosperidad pueden venir como beneficios posteriores a la
salvación en Cristo, realmente, estas cosas no constituyen el enfoque central
del mensaje del evangelio que predicaron Cristo y sus apóstoles. Este tipo de
proclamación tampoco puede tratarse de lo que es el evangelio de Cristo.
En síntesis, concluimos que ninguna de estas declaraciones anteriores define de manera específica y esencial lo que es el evangelio de nuestro Señor Jesucristo, tal como lo presenta la misma Biblia.
B. ¿Qué es el evangelio?
1. Pablo define el evangelio como el anuncio de la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo por nuestros pecados. En palabras del apóstol Pablo, el evangelio consiste en el anuncio de que “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras" (1 Corintio 15:3,4). Esta definición del evangelio constituye una de las más completas que podemos hallar en las Sagradas Escrituras, comunicada por el apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo.
En este sentido, el evangelio es la buena noticia que proclama la verdad bíblica de que nuestro Señor y Salvador Jesucristo, quien vivió una vida de perfecta obediencia y sin pecado ante Dios, en esta tierra, siendo 100% Dios y 100% hombre (deidad), murió como nuestro sustituto perfecto y calificado en la cruz del calvario por nuestras transgresiones (1 Pedro 3:18; 1 Juan 2:2), satisfaciendo la justicia de Dios al pagar por amor en esa cruz (en su gracia), por todas nuestras culpas, y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día de entre los muertos haciendo así posible nuestra salvación, reconciliación, justificación y paz para con Dios. Y luego de esta obra de amor, gracia y redención, nuestro Señor Jesucristo apareció con frecuencia a sus amados discípulos hasta haber ascendido al cielo, y se sentó a la diestra de Dios, desde donde ahora intercede por nosotros (Romanos 8:34). Estas son las buenas noticias de gozo del evangelio.
2. Pablo también define el evangelio como poder de Dios para salvación a todo aquel que cree. En su carta a los Romanos, Pablo también definió el evangelio como "poder de Dios para salvación a todo aquel que cree, al judío primeramente y también al griego" (Romanos 1:16). La palabra “poder”, que se utiliza en este versículo, viene de la palabra griega “dunamis” que significa fuerza, poder o habilidad” y de la cual proviene la palabra “dinamita”. El evangelio es ese poder o dinamita de Dios que salva a las almas de las miserias del pecado, que las resucita de su muerte espiritual y les da vida. Una persona que haya experimentado de manera real en su vida, el poder del evangelio, se sentirá animada a decir como el apóstol Pablo “…no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16).
Así como el poder de Dios fue necesario para crear todas las cosas, así también lo es para crear un nuevo hombre espiritual. Así como la leña necesita fuego para encender, así también el hombre de hoy necesita escuchar y recibir el poderoso mensaje del evangelio para ser convertido en una nueva criatura. Así como los huesos secos que vio el profeta Ezequiel en el valle, los cuales necesitaban que se proclamase sobre ellos la poderosa Palabra de Dios para cobrar vida, así nos es necesario a todos nosotros hoy exponer nuestros corazones a la exposición del poderoso evangelio de la gracia de Dios para que sean transformadas nuestras vidas.
IV. EL EVANGELIO ES BUENAS NUEVAS PARA TODOS, ¿PERO QUIENES REALMENTE LO RECIBEN COMO BUENAS NUEVAS DE GOZO?
En Marcos 16:15-16, Jesucristo dijo a sus discípulos: “…Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”. Sin embargo, amados hermanos y amigos, ¿Todas las criaturas reciben el evangelio de la misma manera? Sabemos que no, pues hay quienes reciben el evangelio con gozo (y damos gloria a Dios por ello), pero también hay otros que tristemente lo rechazan. Ahora bien, ¿Quiénes son esos que verdaderamente lo reciben como lo que es, como buenas nuevas de gozo?
Con base en la Palabra de Dios, podemos afirmar que quienes reciben el evangelio con gozo son aquellos que, gracias a la obra del Espíritu Santo en sus corazones, y al poder transformador de Palabra de Dios, primero son hechos conscientes de su estado de pecaminosidad, perdición y de separación con Dios por causa del pecado, tal como lo señala la Biblia. Observe y piense lo que dice la Palabra de Dios en los siguientes textos, en relación con nuestra condición de pecadores:
·
Romanos
3:23 “Por cuanto
todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”.
·
Jeremías
2:22 “Aunque te laves con lejía, y amontones jabón
sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, dijo Jehová el
Señor”.
· Eclesiastés 7:20 “Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque”.
A luz de estas verdades bíblicas, se puede afirmar categóricamente que todos hemos pecado. En este sentido, la declaración bíblica de que “…todos pecaron” es una mala noticia para todos nosotros. No obstante, si reconocemos nuestra profunda necesidad de gracia, limpieza y perdón de nuestros pecados,[3] entonces el mensaje de las buenas noticias del evangelio de Cristo resulta en un mensaje de verdadero gozo, salvación y esperanza para nosotros. De modo que, para abrazar las buenas noticias del evangelio, primero debemos ser conscientes de las malas noticias que declaran las Escrituras acerca de nuestra condición de pecadores. Pues es después de reconocer con sinceridad nuestras propias tinieblas y pecados, luego de escuchar en amor la Palabra de Dios, que podremos apreciar nuestra necesidad de luz de Dios en nuestras vidas y, por ende, abrazar con gozo su evangelio.
En 1 Corintios 2:2, el apóstol Pablo dijo: “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado”. Para algunos, el mensaje de la cruz puede ser visto como una afrenta, como un tropiezo o como una locura, tal como lo fue para muchos judíos y griegos del tiempo de Cristo y los apóstoles. Pero para los que se salvan, esto es, a nosotros, la palabra de la cruz es poder de Dios (1 Corintios 1:18).
Finalmente, en Juan
3:16, Jesucristo dijo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha
dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más
tenga vida eterna”. La noticia que declara este versículo podría sonar como
una bonita poesía del cristianismo para quienes lanzan una mirada superficial
al mensaje del evangelio, ¡Pero para aquellos que vienen en fe y
arrepentimiento a nuestro Señor y Salvador Jesucristo, para aquellos que reciben
convicción de pecado, por el Espíritu Santo, para ver a Cristo como el amado
Hijo de Dios que vino a rescatarnos de nuestros pecados, esta buena nueva del
evangelio viene a ser, como ya hemos mostrado, la más grande, libertadora y
gozosa de todas las noticias, ¡poder de Dios para salvación a todo aquel que
cree! ¿La es para ti?. Es mi oración a Dios que así sea. Dios te bendiga.
Hno. Gerson Rosa.
[1] Etimología
de la palabra Evangelio. La palabra evangelio tiene su origen en la
palabra griega Eu-angelión, donde Eu es un prefijo griego que
significa “Bueno” o “bien” y Angelión, que proviene del sustantivo
griego “ángelos”, que significa “mensajero” o “mensaje”. Así que, la combinación que resulta de unir
las dos palabras “eu” y “angelión” es lo que significa “buenas nuevas” o “buena
noticia”.
[2]
Como creyentes, se espera que todos aquellos que afirmamos tener fe en
Jesucristo, al menos tengamos una idea bíblica y clara de lo que es el
evangelio. Pero, tristemente, éste no siempre es el caso. Hay quienes
tristemente pasan años en una organización religiosa o en una comunidad
cristiana sin contar con una visión bíblica del mensaje de la Cruz de Cristo.
Los motivos de ese desconocimiento pueden ser múltiples, pero con frecuencia se
debe a que no están siendo correctamente instruidos en relación con las
verdades esenciales del evangelio o, en el peor de los casos, están siendo
engañados por falsos maestros que emplean con astucia las artimañas del error
(Efesios 4:14). Ante esta realidad, corresponde a los predicadores fieles, como
verdaderos heraldos de Dios, dar a conocer y aclarar a todos con amor,
bíblicamente, con sabiduría y advertencia qué es el evangelio de nuestro Señor
Jesucristo. Una práctica saludable es la de mantenernos exponiendo el mensaje
del evangelio en cada sermón o estudio bíblico, aun cuando éstos no
necesariamente se traten de exposiciones detalladas del evangelio. Un sermón
o un estudio que de alguna manera no exponga a Cristo y su evangelio solo
ofrecerá a la gente un moralismo insalvable.
[3] Es cuando tenemos esa consciencia y certeza de nuestra pecaminosidad,
luego escuchar con fe la Palabra de Dios, que podemos ver y abrazar el
evangelio de la gracia de Dios, no como un mensaje entre muchos, sino como el
mensaje que está sobre todos los mensajes.
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