Cuando creemos que sabemos lo suficiente acerca del evangelio, al continuar profundizándolo, nos damos cuenta de que aún estamos como a la orilla del mar con relación a nuestro nivel de comprensión de sus gloriosas verdades. Aunque el evangelio es un mensaje sencillo que los hombres podemos llegar a entender, cuando es debidamente explicado, el mundo de significados que hay detrás de cada uno de sus elementos o palabras es enorme. Sin importar cuan alto sea nuestro conocimiento de él, todavía tendremos que reconocer nuestra necesidad de continuar cavando más hondo, en el terreno de su contenido sagrado, para poder apreciar su valor y belleza desde una óptica bíblica cada vez más amplia. El teólogo Charles Hodge dijo una vez:
"El evangelio es tan simple que los niños más pequeños pueden entenderlo, y es tan profundo que los estudios de los teólogos más sabios jamás agotarán sus riquezas".
"El evangelio es tan simple que los niños más pequeños pueden entenderlo, y es tan profundo que los estudios de los teólogos más sabios jamás agotarán sus riquezas".
No debemos dar por sentado que las personas conocerán apropiadamente todo lo que entraña el mensaje del evangelio con solo declararles que Cristo murió, fue sepultado y resucitó al tercer día para salvarnos de nuestros pecados (1 Corintio 15:1,2). Muchas gentes han oído de estos hechos bíblicos e históricos del evangelio; son capaces de memorizarlos y repetirlos, pero esto no necesariamente significa que sean salvas. La declaración de las buenas nuevas de Cristo puede ser impactante y convincente para los oyentes (y Dios la puede utilizar conforme a su soberanía mientras predicamos), pero también es correcto explicar con claridad cada uno de los elementos del evangelio mencionados en ella. Para ello, un estudio y explicación adecuada del sistema de sacrificios instituido bajo el Antiguo Pacto será muy útil. Todos necesitamos conocer y profundizar sobre el significado bíblico de palabras tales como expiación, redención, propiciación, justificación, recate, y otras que entran el contexto del evangelio, para una mejor comprensión de su verdad central.
Aunque no se requiere ser un erudito bíblico para conocer o predicar el evangelio, sí es muy importante que los predicadores y demás creyentes en general nos esforcemos por conocerlo mas a fondo, para predicarlo con bastante claridad y dominio, en el poder del Espíritu Santo. Necesitamos conocer bien la palabra de la Cruz para buscar y promover la gloria de Dios, la salvación de las almas y edificación de la iglesia. El estudio constante de la doctrina del evangelio, a través de las Sagradas Escrituras y acompañado de la oración sincera, contribuirá enormemente con la pasión y la motivación que necesitamos para predicar a Cristo. Es apreciable el gozo y la convicción sólida que tienen los predicadores cuando son poseídos por el evangelio y por la "locura" de su predicación. El mensaje de redención llega a convertirse, en un sentido especial, en parte de sus huesos, carne y sangre. Ellos encuentran su tesoro, esperanza y deleite en el evangelio.
Debido a una visión simplista del evangelio, algunos creyentes, quizás sin proponérselo, le restan mucho de su gloria y belleza, ante Dios y ante los hombres. El evangelio no debe ser visto como un conjunto de requisitos ceremoniales o mecánicos por cumplir para comenzar una vida nueva con Cristo. Tampoco debe verse simplemente como “un primer paso”, para entrar en la vida cristiana, que luego se relega a una experiencia pasada de conversión. No debemos confundir todo lo que implica el evangelio con la manera en que inicialmente respondemos al mismo (creyendo en Cristo y confesándolo como nuestro Señor, arrepintiéndonos y bautizándonos). Tampoco debe verse solo como el primer escalón que uno sube para luego avanzar en el estudio de otras doctrinas cristianas "más robustas". El evangelio tiene implicaciones que cubren la vida completa del creyente. El mensaje de la Cruz de Cristo no solo es el primer escalón sino que, en un sentido especial, es la escalera completa del cristianismo con todo y andamiaje. En otras palabras, estamos llamados no solo a recibir el evangelio, sino a vivir en él y a morir en él y por él. Cuando se tiene una visión simplista del evangelio, generalmente, se pasa por alto el inmenso mundo de verdades que necesitamos y deberíamos aprender de su maravillosa doctrina, la cual sí que es robusta.
Lamentablemente, todavía algunos estiman el evangelio como un evento pasado de su experiencia de conversión. Piensan en él como un mensaje importante, pero que ya no se les aplica a ellos sino a quienes aún no se han convertidos a Cristo. Según sus puntos de vistas, entienden que no necesitan ser más enseñados del evangelio debido a que una vez lo conocieron y obedecieron. Ahora lo ven como una doctrina demasiado básica, y se mueven hacia el estudio de otras doctrinas bíblicas que les parecen "más profundas" que la del evangelio. Sin embargo, la perspectiva bíblica es que no sólo se nos predicó el evangelio para que lo creamos y lo recibamos, sino para que perseveremos en él. Perseverar en el evangelio es un hecho que debe esperarse en la vida de todo creyente fiel. El apóstol Pablo se dirigió a los creyentes de Corintio en el sentido de que ellos no sólo habían creído y recibido el evangelio, sino en que ya perseveraban en él. Veamos lo que él les dijo: "Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano."[1]
Por otro lado, en nuestros días son cada vez más los líderes religiosos que, en las exposiciones de lo que ellos consideran “evangelio”, incorporan estrategias y métodos de la psicología, la filosofía, el arte, la cultura, la música moderna y las estrategias del mundo empresarial. Todo esto hacen como un esfuerzo por llegar a las personas en formas interesantes y atractivas; pero esto ignora el rol del del Espíritu Santo. En este sentido, el enemigo de la Cruz de Cristo ha confundido a muchos, incluyendo a creyentes, con la idea de que el hombre civilizado y complejo del mundo moderno no puede ser alcanzado con el mismo mensaje predicado por Cristo y sus apóstoles en el primer siglo de nuestra era cristiana. En un ambiente donde lo que se busca es la satisfacción de los deseos del hombre, la predicación centrada en el evangelio bíblico no sera tan popular.
La iglesia de Cristo, en cambio, no debe ceder a esta tentación de modificar, cambiar o suavizar el viejo mensaje del evangelio para hacerlo más atractivo a los hombres de nuestra cultura. El evangelio no necesita ser revisado ni reeditado para hacerlo más potable o para presentarlo en una "mejor versión". Todo lo que tenemos que hacer es predicarlo tal como Dios nos lo reveló en su Palabra, para salvación de los hombres y exaltación del nombre de Dios. Mientras algunos desean vivir un evangelio sin compromisos de santidad, Jesús dice: "Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará" (Marcos 8:35).
La iglesia de Cristo, en cambio, no debe ceder a esta tentación de modificar, cambiar o suavizar el viejo mensaje del evangelio para hacerlo más atractivo a los hombres de nuestra cultura. El evangelio no necesita ser revisado ni reeditado para hacerlo más potable o para presentarlo en una "mejor versión". Todo lo que tenemos que hacer es predicarlo tal como Dios nos lo reveló en su Palabra, para salvación de los hombres y exaltación del nombre de Dios. Mientras algunos desean vivir un evangelio sin compromisos de santidad, Jesús dice: "Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará" (Marcos 8:35).
Sin importar cuan grandes sean los esfuerzos que se realicen para atraer a los hombres hacia la iglesia, ya sea facilitándoles un ambiente confortable, entretenedor, o con música atractiva, los pecadores no se convertirán de verdad a menos que se les presente (y ellos escuchen con fe) el auténtico evangelio de Cristo, conforme a las Sagradas Escrituras. Aun si fueran expuestos a las prédicas de los eruditos, teólogos y predicadores más sabios y diestros del cristianismo, si no son atraídos por el evangelio bíblico para su salvación no podrán experimentar el poder transformador en sus vidas. Si tras la predicación honesta del sencillo y profundo mensaje del evangelio los hombres no se reconocen pecadores, que han ofendido al Dios del universo, y que deben volverse a él en arrepentimiento, para servirle y adorarle en espíritu y en verdad, de otra manera no se convertirán para con Dios.
El evangelio nunca debe ser presentado como un mensaje al gusto y a la merced de los hombres, sino al gusto y a la manera de Dios. Esto no se trata de ser pesimistas o inflexibles, sino de ser fieles a las Escrituras. Tampoco significa que no seamos intencionales en presentarlo de una manera amorosa y comprensible, sino que no negociemos su contenido y su llamado de santidad. No se trata de condenar al mundo con el evangelio, pues Cristo no vino a "condenar al mundo, sino para el mundo sea salvo por él" (Juan 3:17). Necesitamos comprender que en el evangelio de Cristo somos los hombres quienes debemos rendirnos y entregarnos a sus demandas, y no lo contrario. Hemos sido los hombres quienes hemos fallado muchas veces a Dios, pero nunca Dios a nosotros. El Dios de amor y de toda justicia siempre ha sido el principal ofendido por nuestra desobediencia a su voluntad. Por tanto, debemos adaptarnos al evangelio que nos redime y no intentar adaptar el evangelio a nuestros gustos y deseos.
El evangelio es un mensaje sublime y sencillo a la vez. No es un mensaje misterioso que solo algunas mentes privilegiadas pueden entender. El hombre común lo puede entender, si el mensajero lo predica bíblicamente, en el poder del Espíritu Santo, y conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. Si los hombres nos exponemos con fe a su verdad libertadora, sin buscar que prevalezca nuestra propia voluntad o preferencia, entonces el Espíritu Santo de Dios hará la obra en nuestros corazones para deshacer nuestras tinieblas, convertirnos en hijos de luz, y guiarnos hasta la presencia de Dios.
Hno. Gerson Rosa
Hno. Gerson Rosa
Si deseas conocer más del evangelio, te invito a leer mi otra entrada sobre ¿Qué es el evangelio?.
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