martes, 31 de mayo de 2011

Madrugaré a Buscarte

"Con mi alma te he deseado en la noche, y en tanto que me dure el espíritu dentro de mí, madrugaré a buscarte; porque luego que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia." Isaías 26:9

Siempre me ha edificado meditar en el contenido de este maravilloso versículo de la Biblia. Pues revela un corazón que ama de manera genuina e intensa a Dios. Nos abre una ventana para mostrarnos cómo el corazón del profeta Isaías manifiesta estos deseos fervientes de pasar tiempo adorando al Dios vivo y verdadero.

Al igual que el profeta Isaías, nosotros también necesitamos vivir siempre poseídos por esos hondos anhelos de disfrutar de una dulce comunión de amor con Dios, de buscar estar a solas con él para adorarlo. Y, por supuesto, de procurar poner en práctica estos anhelos. Debemos tener estos deseos de amar y adorar a Dios con tanta pasión, con deseos tan vivos e intensos, que nos lleven constantemente a buscarlo a Él de madrugada. Que su Santo Espíritu siempre ponga en nuestro corazones el sentir y el hacer esto para la gloria de nuestro Dios.

Isaías expresó: "te he deseado en la noche”. En la noche, valga la redundancia, la mayoría de nosotros comenzamos a prepararnos para dormir y descansar. La mayoría de personas en este mundo cierra sus ojos en la noche hasta que la luz del alba, de un nuevo día, les dé la bienvenida. En cambio, tan profundo era el deseo del profeta, por encontrarse con su Dios, que él mismo declaró: “en tanto que me dure el espíritu dentro de mí, madrugaré a buscarte". ¿Podríamos sentir y hacer lo mismo? usted sabe la respuesta.

Al pensar en este deseo intenso de madrugar buscando a Dios, me pregunto: ¿Qué clase de corazón tenemos aquí?. Luego me respondo, en mis adentros, que es precisamente el corazón de un hombre que ama a Dios de manera genuina; que es el corazón de uno que de verdad anhela tener una dulce y profunda intimidad espiritual con Dios. Sin lugar a dudas, es el corazón de un hombre que posee una sed y un deseo vivo de tener comunión con el Dios que verdaderamente ha conocido. Es como también lo expresa el Salmos 42:2: "Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?"

Los que anhelamos adorar a Dios así, siempre debemos tener en cuenta que el maligno no dormirá para hacer todo cuanto esté a su alcance para privarnos de esa hermosa experiencia con Dios. Buscará entretenernos con miles de asuntos de este mundo para que no consigamos pasar un tiempo deleitoso con Dios, en dulce oración y adoración. Pero gracias sean dadas a Dios que, por encima de las intenciones del maligno, produce en nosotros así el querer como el hacer, por su buena voluntad." (Filipenses 2:13).

Estoy convencido de que estos espirituales y hermosos deseos que expresó el profeta Isaías están hoy presentes en quienes se dejan guiar por el Espíritu Santo de Dios. Estoy convencido de que están presentes en aquellos que cada día se deleitan en las Sagradas Escrituras. Están en los que son completamente poseídos por Cristo y su evangelio. Están en aquellos que han alcanzado, por la gracia de Dios, una correcta imagen de la grandeza y santidad del Dios de la Biblia. Si éstos deseos abundan en nuestros corazones, demos gloria a Dios por ello. Pero si eres cristiano y sientes frialdad en esto por alguna debilidad, entonces clama como el salmista: "Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente" (Salmos 51:12).

Es sensato y recomendable que nos respondamos con sinceridad las siguientes preguntas: ¿Cuántas veces hemos ido buscando a Dios de madrugada? ¿Con qué frecuencia deseamos pasar largo tiempo hablando con él en las noches? ¿Cuál fue la última vez que hablamos con él hasta lágrimas de gozo y de arrepentimiento? ¿Cuál fue la última vez que nuestros corazones ardían en santo gozo al estar en su presencia? Que el Espíritu Santo de Dios nos mueva a cada uno de nosotros a buscar a Dios de madrugada, de tal manera que esos deseos de pasar tiempo con él sean como un fuego que no podamos contener en nuestros corazones. Amén.

Que Dios te bendiga!

Hno. Gerson Rosa

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