"Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento..." (Oseas 4:6).
La clase de ignorancia más peligrosa que existe es aquella que consiste en desconocer a Dios y su voluntad. Este tipo de ignorancia se denomina "ignorancia espiritual", la cual definitivamente trae serias consecuencias a sus poseedores tanto en esta vida presente como en la venidera, a menos que conozcan al Dios de la Biblia.
Un hombre podría ignorar innumerables aspectos de este mundo. Podría no ser un experto en química, física, biología, ingeniería, matemáticas o agricultura. Pero si desconoce a su Hacedor, y lo que enseña su Palabra, es seguro que camina en oscuridad espiritual. Sin conocimiento de Dios, vive como un barco sin timón, como una empresa sin propósito y como un viajero sin destino, desconociendo de dónde viene y a hacia dónde va. Al carecer del conocimiento del Dios bendito, vive siendo empujado por las corrientes y estratagemas que emplea el dios de este siglo para mantenerlo en estado de ignorancia.
En cambio, si ese mismo hombre llega a conocer a Dios, por medio de Jesucristo, entonces caminará en la luz de Dios, su vida estará en el centro de su voluntad y su cosmovisión cambiará de manera radical y completa para su bien y para gloria del Dios Eterno. Solo si su mente llega a ser realmente iluminada por el conocimiento del Dios Altísimo y guiada por el Santo Espíritu de Dios, su senda será "como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto (Proverbios 4:18). La Biblia dice: "Los hombres malos no entienden el juicio; mas los que buscan a Jehová entienden todas las cosas" (Proverbios 28:5).
Hay una marcada diferencia entre el hombre que conoce a Dios por medio de Cristo y el hombre natural que lo desconoce. El hombre que conoce a Dios es espiritual y posee una mente inclinada hacia las cosas que son del Espíritu pero el hombre que lo desconoce es carnal y posee una mente inclinada hacia las cosas que son de la carne (Romanos 8:5; Gálatas 5:24). En ese tenor, el que es espiritual tiene el testimonio del Espíritu en su vida mientras que el natural carece del Espíritu mismo (Romanos 8:16-21). El hombre espiritual pone su mirada en las cosas de arriba "donde está Cristo sentado a la diestra de Dios" (Colosenses 3:2) pero el hombre carnal la pone en las cosas de abajo, en las de la tierra. El espiritual se encuentra en Cristo mientras que el natural se halla en Adán (1 Corintios 15:20-22), muerto en sus delitos y pecados (Efesios 2:1). El espiritual anda en la luz pero el carnal tristemente camina en tinieblas.
A pesar de esto anterior, hay un sentido en el cual los hombres, en su estado natural, poseen cierto conocimiento del Creador. En Romanos 1:21, el apóstol Pablo se refirió a estos hombres como quienes "habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias". Ahora bien, ¿cómo habían llegado a conocer a Dios? basta recordar que Dios les había manifestado su poder y deidad por medio de las cosas hechas, es decir, por medio de su creación.[1] Sin embargo, a pesar de esto, no lo adoraron ni le dieron gracias. Tuvieron conciencia de la existencia de Dios y de su poder, pero aún así, a causa de sus pecados se rehusaron a glorificarlo.
En ese sentido, es la ignorarancia y desobedecia al Dios que se nos ha revelado en su creación, en su Palabra escrita y en la persona de su Hijo Jesucristo, lo que tristemente conduce al hombre a: 1) practicar la idolatría, 2) vivir según su parecer personal, 3) rendir una adoración vana y 4) a la perdición eterna. Estas son solo algunas de las consecuencias que puede padecer por desconocer a Dios. A continuación, hacemos un breve comentario de cada una de ellas, a luz de la Biblia, de modo que sirva de advertencia.
1.- Desconocer a Dios conduce a la idolatría
La idolatría es una de las consecuencias más tangibles de desconocer a Dios. Se define como la práctica de adorar a dioses falsos. Los que adoran a los objetos, a las imágenes, a las personas, a los animales o que aman a cualquier cosa más que al Dios único y verdadero incurren en esa práctica, la cual Dios aborrece.
Algunos hombres pueden ser testigos de grandes obras hechas por Dios a su favor y con todo, a falta de un conocimiento adecuado de su Creador, pueden ser inclinados a este mal de la idolatría. En un momento de su historia, ése fue el caso de los israelitas. La Biblia registra que luego de ellos haber visto cómo Dios abrió el Mar Rojo ante sus ojos, para que pudieran ser librados de la mano de Faraón y para ir en pos de la tierra prometida, aún así cayeron en esa práctica.
Mientras Moisés se encontraba en el Monte Sinaí, donde recibió de Dios los diez mandamientos, los israelitas sintieron que él tardaba en regresar. Así que, como no quisieron esperar más, se acercaron a Aarón, hermano de Moisés, para pedirle que les hiciera "dioses que vayan delante" de ellos (Éxodo 32:1). Aarón, como tampoco contaba con una visión adecuada de Dios en ese momento, fue complaciente con la petición del pueblo. Pues éste les pidió que le trajesen todos los pendientes de oro que tenían en sus orejas para hacer de ello un becerro de fundición, al cual luego identificaron como el dios que los había sacado de la tierra de Egipto (Éxodo 32:4).
Evidentemente, al no conocer a Jehová, los israelitas lo confundieron con un ídolo hecho por manos humanas. Se inclinaron a este ídolo, que no veía, ni escuchaba ni caminaba, creyendo que se trataba del verdadero Dios que abrió al mar en dos para que lo cruzaran.
Algo similar acontece en nuestros días entre quienes, por desconocimiento del Dios verdadero, aún se inclinan a las cosas y a las criaturas antes que al Creador. Pero todos tenemos hoy esta advertencia de parte del mismo Dios en su Palabra: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen" (Éxodo 20:4,5).
2.- Desconocer a Dios conduce a vivir según el parecer personal
Vivir según el parecer personal es otra de las consecuencias de la ignorancia espiritual. Las personas que viven según su parecer personal basan sus decisiones en sus propios criterios sin tomar en cuenta los de Dios y su Palabra. Se apoyan en su propia prudencia y no en el consejo de Dios. Pero la Palabra de Dios dice: "Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas" (Proverbios 3:5,6).
Un caso que registra la Biblia acerca de actuar según el parecer personal lo encontramos en el capítulo 17 del libro de Jueces. Este capítulo relata acerca de un tiempo en el cuál no había rey en Israel y cada quién hacía "lo que bien le parecía" (Jueces 17:6). Para ese entonces, un hombre llamado Micaía había recuperado la suma de unos mil cien siclos de plata, los cuales habían sido robados a su madre. Cuando Micaía devolvió el dinero a su progenitora, esta tomó doscientos siclos de plata del monto total y los dio a un fundidor para que hiciese de ellos una imagen de talla y una de fundición. Luego, dichas imágenes serían puestas en la casa de su hijo Micaía.
En ese entonces, dijo la madre de Micaía: “En verdad, por mi hijo he dedicado el dinero a Jehová, para hacer una imagen de talla y una de fundición” (Jueces 17:3). Esta declaración revela la ignorancia que ella tenía en cuanto a lo que Dios había prohibido sobre hacer imágenes, tal como era costumbre entre los pueblos paganos (Éxodo 20:4). Según su modo de pensar, creía estar realizando un acto de adoración y de gratitud a Jehová al dedicarle esas imágenes. Pero lo que a su parecer significaba una correcta dedicación a Jehová, en realidad se trataba de una práctica que el mismo Jehová aborrece. Si verdaderamente hubiese conocido a Jehová y su voluntad, no habría dedicado ni un solo siclo de plata para incurrir en esa práctica.
Esto anterior deja claro que cuando una persona actúa según lo que bien le parece, y no en base a la voluntad de Dios revelada de en su Palabra, puede llegar al punto de caer en la idolatría o en cualquier otro pecado pensando incluso estar rindiendo culto al Dios verdadero.
3- Desconocer a Dios conduce a ofrecer una adoración vana
Desconocer a Dios no solo conduce a las personas a incurrir en la idolatría o a actuar según su propio parecer sino que también las mueve a ofrecer una adoración vana. Al final, todo esto las lleva a perdición eterna, como veremos más adelante, a menos que conozcan al Dios de la Biblia por medio de su Hijo Jesucristo. A continuación, abordamos este tópico sobre la adoración vana a luz de lo que aprendemos de la conversación de Jesús con la mujer samaritana sobre la verdadera adoración.
Tanto la mujer samaritana que habló con Jesús junto al pozo de Jacob, como el pueblo del cual ella formaba parte, estaban ofreciendo una adoración vana sin saberlo. De acuerdo a las palabras de la mujer samaritana, ellos estaban convencidos de que su pueblo, el de Samaria, adoraba a Dios en la forma y lugar correctos. Ella dijo a Jesús: "Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar" (Juan 4:20). Sin embargo, Jesús le refirió la ignorancia que poseían los samaritanos con respecto al objeto de la adoración que estaban ofreciendo. Jesús le dijo: "Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos" (Juan 4:22).
Al Jesús decir a la mujer que los samaritanos no sabían lo que adoraban, él también estaba dando a entender que la adoración de ellos era vana. Pues adorar lo que uno desconoce no puede resultar en otra cosa. Y la razón por la cual la adoración de los samaritanos era vana simplemente era porque no conocían a Dios. Jesús le había dicho que ellos adoraban "lo que no sabéis". No obstante, sabiamente aprovechó la ocasión para enseñar a la mujer samaritana que la adoración que Dios aprueba, la cual ofrecen los verdaderos adoradores, es la que ahora se hace “en espíritu y en verdad” (Juan 4:24). De modo que no iba a depender de la geografía sino de conocer a Dios por medio de Cristo, el cual había sido prometido en las Escrituras, y adorarlo conforme su Palabra.
Desde el punto de vista bíblico, lo que más la mujer samaritana y su pueblo necesitaban para adorar correctamente al Dios verdadero iba en el siguiente orden: creer en Cristo como dice la Escritura, para conocer a Dios, y luego servirlo y adorarlo en espíritu y en verdad, como el Señor Jesús había indicado. Solo así la adoración de los samaritanos no resultaría vana sino verdadera.
Vale resaltar que la adoración en espíritu y en verdad es la que se hace a Dios con una actitud reverente y sincera, con todo nuestro ser y de acuerdo a su Palabra. Adorarlo de esta manera es exaltarlo con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas (Marcos 12:30). Adorar a Dios en espíritu y en verdad implica entregarle todo el corazón en la alabanza, en la predicación, en el servicio, en nuestra comunión los unos con otros, en el trabajo diario y en cada acto de nuestras vidas. Sin importar el lugar en el cual estemos, así es como adoramos a Dios cuando lo conocemos y lo amamos por quién es él, por lo que ha hecho y por lo que hará, de acuerdo a su Palabra. Eugene Peterson escribió: “Los hombres y las mujeres de fe cantan, cuando llegan a entender quién es Dios y lo que él hace”.[2]
4.- Desconocer a Dios conduce a la perdición eterna
Los hombres que crean en Jesucristo, como dice la Escritura, podrán estar seguros de que obtendrán y disfrutarán estas maravillosas bendiciones: 1) Conocerán a Dios y recibirán la vida eterna (1 Juan 2:25; Juan 17:3); 2) Serán salvos de todos sus pecados (Hechos 16:31), 3) Sus vidas estarán escondidas con Cristo en Dios (Colosenses 3:3), 4) Sus vidas serán guiadas por el Espíritu Santo de Dios (Romanos 8:14), 5) Un día serán levantados para vivir en la ciudad que tiene calle de oro y al Cordero de Dios como su lumbrera (Apocalipsis 21:21,23), en la cual gozarán el privilegio de ver a Dios cara a cara (Mateo 5:8). Éstas son solo algunas de las bendiciones múltiples que recibirán, pues si nos dedicáramos a mencionarlas todas no cabrían en éstas páginas.
Pero, ¿qué de aquellos que no crean en Jesucristo para conocer a Dios y hacer su voluntad? ¿Cuál será su destino final? Si bien los creyentes en Cristo estamos llamados a anunciar salvación por medio de Jesucristo, también tenemos la encomienda de exhortar a todos los hombres que el mismo Señor Jesús vendrá “en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (2 Tesalonicenses 1:8,9).
A consecuencia de malas relaciones, los seres humanos podrían perder su salud, sus matrimonios, sus familias, sus trabajos, sus amistades o buena reputación. A consecuencia de malos negocios podrían perder sus casas, sus autos, el estatus económico y social o ciertos privilegios y bienes materiales de este mundo. Sin embargo, nada de esto anterior podría compararse en gravedad con el hecho de ser "excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder”. Esto como consecuencia de no haber conocido a Dios ni haber obedecido su evangelio. Entre todas las consecuencias que podrían padecer las almas por desconocer a su Creador, la perdición eterna es sin duda la peor de todas.
Pero los hombres no tienen por qué llegar a tener que sufrir esta consecuencia de la perdición eterna. En este momento, mientras viven, tienen la oportunidad de creer en Jesucristo. Pues en su gran amor Dios "ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él" (Juan 3:16).
Hno. Gerson Rosa
[1] Los hombres modernos que todavía se hallan en Adán y no en Cristo también se fascinan y se asombran al contemplar las maravillas del cuerpo humano, el vasto mar, la belleza de las montañas y el resto de la creación. En el fondo saben y tienen conciencia de que detrás de todo eso hay un Diseñador inteligente. Pero a causa del pecado que mora en sus corazones no dan gloria y gracias al Creador, tal como ocurría con aquellos hombres que refirió Pablo en Romanos 1:21.
[2] Peterson, E., (1988). Reversed Thunder (Trueno en reversa), San Francisco: HarperCollins Publishers.
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