martes, 22 de octubre de 2024

¡BUENAS NUEVAS DE GOZO!

I. LAS BUENAS NOTICIAS

En Mateo 13:44, nuestro Señor Jesucristo dijo que “el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo”. Justamente, estoy emocionado por compartirles una buena noticia de origen divino que, una vez recibida de manera positiva por cada uno de nosotros, debería producirnos un gozo similar al que tuvo este hombre, pero en nuestro caso, en un hermoso y profundo sentido espiritual.

A. ¡Nos encantan las buenas noticias! Tenemos que admitir que nos encantan las buenas noticias. Nos gusta escuchar que nos digan que fuimos escogidos para un puesto de trabajo, que esperamos un hijo, que nos sacamos un premio, que nos dieron una visa o una residencia que anhelábamos o que la enamorada nos dio el Sí que esperábamos. De hecho, cuando recibimos una muy buena noticia, a veces nos llenamos de tanta adrenalina y emoción que literalmente llegamos al punto de saltar de alegría por el impacto que nos produce esa buena noticia.

B. No todas las buenas noticias producen el mismo impacto. En este mes de octubre, en mi lugar de trabajo, los empleados recibimos un correo en el que se nos comunicaban las buenas nuevas de que íbamos a contar con parqueos de empleados para estacionar nuestros vehículos. Algunos de mis compañeros de trabajo y yo nos alegramos por el anuncio, porque sabemos que realmente esa era una necesidad que teníamos muchos allá. Sin embargo, amados hermanos, ¿creen ustedes que el impacto hubiese sido el mismo si las buenas nuevas hubieran consistido en que la institución habría resuelto realizarnos un aumento salarial de un 80% a todos los empleados”? ¡Por supuesto que no! Muchos todavía estuviéramos aun celebrando esta buena noticia. De modo que no todas las buenas nuevas generan el mismo impacto.

II. LAS BUENAS NOTICIAS EN LOS TIEMPOS DE CRISTO Y LOS APÓSTOLES.

En los tiempos de Cristo y los apóstoles, que era la época en que el imperio romano tenía su dominio, la palabra que se utilizaba para hacer referencia a las buenas nuevas o a una buena noticia era la palabra “evangelio”.[1] Sin embargo, esta palabra no siempre estuvo relacionada con un mensaje de tipo espiritual o religioso, sino que en el contexto de dicho imperio comúnmente se le daba otro sentido a esa palabra. Por ejemplo, escuchar las “buenas nuevas” o “un evangelio” a menudo significaba recibir un anuncio enviado por el emperador, mediante un heraldo al pueblo (y ese heraldo o mensajero debía transmitir fielmente el mensaje encomendado), que era de gran relevancia y cuyo impacto tenía el potencial de producir cambios significativos en las vidas de las personas que lo recibían. El anuncio podía tratarse de que se había obtenido la victoria en la guerra o del nacimiento de un hijo del emperador. Algo similar acontecía y acontece con el cristianismo.  

III. LAS BUENAS NOTICIAS EN EL CONTEXTO DEL CRISTIANISMO

De un modo similar, en el contexto del cristianismo, el evangelio es entendido como buenas noticias de salvación en Cristo, enviadas de parte de Dios, a través de sus mensajeros (la iglesia), dirigidas a transformar las vidas de quienes las recibimos con fe. Y así como ocurrió con el hombre que descubrió el gran tesoro, y así como el gran regocijo que produce el anuncio de haber obtenido la victoria en la guerra, así las buenas nuevas del evangelio de Cristo deben causarnos un gozo e impacto tan grande que nos lleve a hacer cambios radicales en nuestras vidas.   

No obstante, la idea de que “el evangelio es entendido como buenas noticias de salvación en Cristo”, aunque se conforma a las Escrituras, todavía puede resultar muy general para quienes no están lo suficientemente familiarizados con las verdades centrales e históricas del evangelio. En realidad, la Biblia presenta el evangelio como un mensaje bien específico. De modo que, y como una manera de despejar dudas sobre lo que bíblicamente es el evangelio de Cristo, conviene que primero comencemos por referirnos a qué no es el evangelio.

A. ¿Qué NO es el evangelio?

A menudo, el mensaje del evangelio[2] suele confundirse con declaraciones que, aunque bien intencionadas en muchos de los casos, en realidad no se corresponden con su definición específica. He aquí algunas de esas declaraciones que NO definen lo que es el evangelio:

a) “el evangelio es toda la Biblia” (Aunque toda la Biblia nos revela el mensaje de salvación, y aunque debemos obedecer los mandamientos que Dios nos dejó para obedecer en ella, no es acertado pensar en “toda la Biblia” como si se tratase de una definición específica del evangelio).

b) “el evangelio es toda la experiencia o vivencias de la vida cristiana” (Actividades bíblicas como las de cantar, orar, predicar, evangelizar, ofrendar, visitar a las viudas, a los huérfanos y a los presos y otras, a menudo son confundidas con el concepto del evangelio. Sin duda, estas actividades son bíblicas, glorifican a Dios e incluso es mandamiento del mismo Dios que las realicemos. Pero, aunque estas cosas deben surgir y estar motivadas por el evangelio de Cristo y por lo que dicen las Escrituras, tampoco podemos decir que esta sea una definición del evangelio).

c) “el evangelio consiste en el testimonio personal de un creyente” (A menudo, ofrecer un testimonio personal de lo que Cristo ha hecho en nuestras vidas puede ser usado por el Espíritu Santo para traer convencimiento a las personas, pero todavía no debemos confundir nuestro testimonio personal con el mensaje del evangelio que declaran las Sagradas Escrituras).

d) “el evangelio es el conjunto de todas las doctrinas cristianas” (Algunos piensan que conocer doctrinas como las del cielo, el infierno, la segunda venida de Cristo, el juicio final, los ángeles, los milagros, la deidad, la iglesia, entre otras, equivale a conocer lo que es el evangelio. Sin embargo, aunque debemos estudiar y tener un amplio conocimiento de estas y otras doctrinas bíblicas, así como enseñarlas en coherencia con la Palabra de Dios, y aunque ellas tienen como fuente y como centro el mensaje del evangelio, todavía no podemos afirmar que esta sea su definición esencial).

 e) “el evangelio es el conjunto de los beneficios espirituales” (Otros estiman que el evangelio puede ser entendido como la realidad de haber sido hechos hijos de Dios, de ser perdonados, de haber recibido el amor de Dios, el gozo, la paciencia, la benignidad, la fe, la mansedumbre, la templanza, la santidad, la pureza y muchos otros dones y beneficios espirituales. Pero, aunque estos beneficios devienen como resultado de haber creído y recibido el evangelio verdadero, esto tampoco constituye su definición básica y específica).

f) “el evangelio es un mensaje de prosperidad material (evangelio de la prosperidad)”. Se puede afirmar que el evangelio de la prosperidad es el mensaje que, en nuestros días, más daño ha hecho al cristianismo y el que más obstáculos ha puesto al evangelio verdadero que encontramos en las Sagradas Escrituras. El mensaje de la prosperidad busca atraer a los hombres con la idea de que Dios los quiere bendecir con riqueza material, sanar, prosperar y darles mucho éxito y bienes en este mundo. Sus promotores enfatizan la idea de que las bendiciones de Dios vienen como resultado del dinero, el diezmo o las ofrendas que uno pueda ofrecer para la causa de Dios. Sin embargo, aunque muchas de las cosas que son prometidas en el evangelio de la prosperidad pueden venir como beneficios posteriores a la salvación en Cristo, realmente, estas cosas no constituyen el enfoque central del mensaje del evangelio que predicaron Cristo y sus apóstoles. Este tipo de proclamación tampoco puede tratarse de lo que es el evangelio de Cristo.

En síntesis, concluimos que ninguna de estas declaraciones anteriores define de manera específica y esencial lo que es el evangelio de nuestro Señor Jesucristo, tal como lo presenta la misma Biblia.

B. ¿Qué es el evangelio?

1. Pablo define el evangelio como el anuncio de la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo por nuestros pecados. En palabras del apóstol Pablo, el evangelio consiste en el anuncio de que “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras" (1 Corintio 15:3,4). Esta definición del evangelio constituye una de las más completas que podemos hallar en las Sagradas Escrituras, comunicada por el apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo.

En este sentido, el evangelio es la buena noticia que proclama la verdad bíblica de que nuestro Señor y Salvador Jesucristo, quien vivió una vida de perfecta obediencia y sin pecado ante Dios, en esta tierra, siendo 100% Dios y 100% hombre (deidad), murió como nuestro sustituto perfecto y calificado en la cruz del calvario por nuestras transgresiones (1 Pedro 3:18; 1 Juan 2:2), satisfaciendo la justicia de Dios al pagar por amor en esa cruz (en su gracia), por todas nuestras culpas, y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día de entre los muertos haciendo así posible nuestra salvación, reconciliación, justificación y paz para con Dios. Y luego de esta obra de amor, gracia y redención, nuestro Señor Jesucristo apareció con frecuencia a sus amados discípulos hasta haber ascendido al cielo, y se sentó a la diestra de Dios, desde donde ahora intercede por nosotros (Romanos 8:34). Estas son las buenas noticias de gozo del evangelio.

2. Pablo también define el evangelio como poder de Dios para salvación a todo aquel que cree. En su carta a los Romanos, Pablo también definió el evangelio como "poder de Dios para salvación a todo aquel que cree, al judío primeramente y también al griego" (Romanos 1:16). La palabra “poder”, que se utiliza en este versículo, viene de la palabra griega “dunamis” que significa fuerza, poder o habilidad” y de la cual proviene la palabra “dinamita”. El evangelio es ese poder o dinamita de Dios que salva a las almas de las miserias del pecado, que las resucita de su muerte espiritual y les da vida. Una persona que haya experimentado de manera real en su vida, el poder del evangelio, se sentirá animada a decir como el apóstol Pablo “…no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree (Romanos 1:16).

Así como el poder de Dios fue necesario para crear todas las cosas, así también lo es para crear un nuevo hombre espiritual. Así como la leña necesita fuego para encender, así también el hombre de hoy necesita escuchar y recibir el poderoso mensaje del evangelio para ser convertido en una nueva criatura. Así como los huesos secos que vio el profeta Ezequiel en el valle, los cuales necesitaban que se proclamase sobre ellos la poderosa Palabra de Dios para cobrar vida, así nos es necesario a todos nosotros hoy exponer nuestros corazones a la exposición del poderoso evangelio de la gracia de Dios para que sean transformadas nuestras vidas.

IV. EL EVANGELIO ES BUENAS NUEVAS PARA TODOS, ¿PERO QUIENES REALMENTE LO RECIBEN COMO BUENAS NUEVAS DE GOZO?

En Marcos 16:15-16, Jesucristo dijo a sus discípulos: “…Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”. Sin embargo, amados hermanos y amigos, ¿Todas las criaturas reciben el evangelio de la misma manera? Sabemos que no, pues hay quienes reciben el evangelio con gozo (y damos gloria a Dios por ello), pero también hay otros que tristemente lo rechazan. Ahora bien, ¿Quiénes son esos que verdaderamente lo reciben como lo que es, como buenas nuevas de gozo?

Con base en la Palabra de Dios, podemos afirmar que quienes reciben el evangelio con gozo son aquellos que, gracias a la obra del Espíritu Santo en sus corazones, y al poder transformador de Palabra de Dios, primero son hechos conscientes de su estado de pecaminosidad, perdición y de separación con Dios por causa del pecado, tal como lo señala la Biblia. Observe y piense lo que dice la Palabra de Dios en los siguientes textos, en relación con nuestra condición de pecadores: 

·         Romanos 3:23 “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”.

·         Jeremías 2:22 “Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, dijo Jehová el Señor”. 

·         Eclesiastés 7:20 “Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque”. 

A luz de estas verdades bíblicas, se puede afirmar categóricamente que todos hemos pecado. En este sentido, la declaración bíblica de que “…todos pecaron” es una mala noticia para todos nosotros. No obstante, si reconocemos nuestra profunda necesidad de gracia, limpieza y perdón de nuestros pecados,[3] entonces el mensaje de las buenas noticias del evangelio de Cristo resulta en un mensaje de verdadero gozo, salvación y esperanza para nosotros. De modo que, para abrazar las buenas noticias del evangelio, primero debemos ser conscientes de las malas noticias que declaran las Escrituras acerca de nuestra condición de pecadores. Pues es después de reconocer con sinceridad nuestras propias tinieblas y pecados, luego de escuchar en amor la Palabra de Dios, que podremos apreciar nuestra necesidad de luz de Dios en nuestras vidas y, por ende, abrazar con gozo su evangelio.

En 1 Corintios 2:2, el apóstol Pablo dijo: “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado”. Para algunos, el mensaje de la cruz puede ser visto como una afrenta, como un tropiezo o como una locura, tal como lo fue para muchos judíos y griegos del tiempo de Cristo y los apóstoles. Pero para los que se salvan, esto es, a nosotros, la palabra de la cruz es poder de Dios (1 Corintios 1:18).

Finalmente, en Juan 3:16, Jesucristo dijo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna”. La noticia que declara este versículo podría sonar como una bonita poesía del cristianismo para quienes lanzan una mirada superficial al mensaje del evangelio, ¡Pero para aquellos que vienen en fe y arrepentimiento a nuestro Señor y Salvador Jesucristo, para aquellos que reciben convicción de pecado, por el Espíritu Santo, para ver a Cristo como el amado Hijo de Dios que vino a rescatarnos de nuestros pecados, esta buena nueva del evangelio viene a ser, como ya hemos mostrado, la más grande, libertadora y gozosa de todas las noticias, ¡poder de Dios para salvación a todo aquel que cree! ¿La es para ti?. Es mi oración a Dios que así sea. Dios te bendiga.


Hno. Gerson Rosa.



[1] Etimología de la palabra Evangelio. La palabra evangelio tiene su origen en la palabra griega Eu-angelión, donde Eu es un prefijo griego que significa “Bueno” o “bien” y Angelión, que proviene del sustantivo griego “ángelos”, que significa “mensajero” o “mensaje”.  Así que, la combinación que resulta de unir las dos palabras “eu” y “angelión” es lo que significa “buenas nuevas” o “buena noticia”.

[2] Como creyentes, se espera que todos aquellos que afirmamos tener fe en Jesucristo, al menos tengamos una idea bíblica y clara de lo que es el evangelio. Pero, tristemente, éste no siempre es el caso. Hay quienes tristemente pasan años en una organización religiosa o en una comunidad cristiana sin contar con una visión bíblica del mensaje de la Cruz de Cristo. Los motivos de ese desconocimiento pueden ser múltiples, pero con frecuencia se debe a que no están siendo correctamente instruidos en relación con las verdades esenciales del evangelio o, en el peor de los casos, están siendo engañados por falsos maestros que emplean con astucia las artimañas del error (Efesios 4:14). Ante esta realidad, corresponde a los predicadores fieles, como verdaderos heraldos de Dios, dar a conocer y aclarar a todos con amor, bíblicamente, con sabiduría y advertencia qué es el evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Una práctica saludable es la de mantenernos exponiendo el mensaje del evangelio en cada sermón o estudio bíblico, aun cuando éstos no necesariamente se traten de exposiciones detalladas del evangelio. Un sermón o un estudio que de alguna manera no exponga a Cristo y su evangelio solo ofrecerá a la gente un moralismo insalvable.

[3] Es cuando tenemos esa consciencia y certeza de nuestra pecaminosidad, luego escuchar con fe la Palabra de Dios, que podemos ver y abrazar el evangelio de la gracia de Dios, no como un mensaje entre muchos, sino como el mensaje que está sobre todos los mensajes.

jueves, 30 de junio de 2022

El Dios de la Biblia: Su revelación

"Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17:3).

 “No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová”(Jeremías 9:23,24).

El Dios que nos presenta la Biblia, el Dios Todopoderoso que hizo los cielos y la tierra (Génesis 1:1), no solo anhela que lo conozcamos sino que, en su inmenso amor, gracia y sabiduría a Él le plació revelarse a nosotros.

De acuerdo con el testimonio bíblico, esta revelación que Él ha hecho de Sí, la ha realizado por medio de Su creación (Salmos 19:1,3); por medio de Su Palabra escrita, la Biblia (Juan 5:39) y por medio de Su amado Hijo, nuestro Señor y Salvador Jesucristo (1 Timoteo 3:16).

No obstante, en lo que respecta a nuestra posibilidad de conocerlo y a qué tanto lo podemos llegar a conocer, es necesario advertir por lo menos las siguientes tres verdades:

1. Dios no puede ser conocido de la misma manera en la que intentamos conocer un fenómeno, máquina u objeto. Dios es diferente a todo lo creado. Él no puede ser estudiado y conocido como se estudian y conocen las partículas en un laboratorio. A Él simplemente no se le puede aplicar el método científico con estos fines, pues Su misma Palabra asevera que Él es "Espíritu" (Juan 4:24). Y si bien se requiere una respuesta humana a su revelación,[1] es Él mismo quien toma la iniciativa para que lo conozcamos.

2. No es posible obtener un conocimiento absoluto de Dios. El motivo de esto es comprensible: Dios es infinito mientras que nuestras mentes, como seres creados, son finitas. De modo que solo llegamos a conocer a Dios en la medida que Él se nos ha revelado. Simplemente no nos es posible conocer absolutamente a Dios (Romanos 11:34).

3. Existen cosas secretas de Dios que nunca llegaremos a saber. Estas "cosas secretas" se tratan de asuntos que Dios mismo “puso en su sola potestad” (Hechos 1:7). Su Palabra declara que “las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre” (Deuteronomio 29:29). De manera que bien podríamos llegar a conocer grandes misterios del universo, a medida que la ciencia avanza, pero no alcanzar un conocimiento total del Dios que la Biblia nos presenta.

Pero a pesar de estas limitaciones que tenemos de alcanzar un conocimiento exhaustivo de Dios, una buena noticia es que lo que Él decidió revelarnos acerca de Sí y de su voluntad es suficiente para saber cómo recibir la salvación que Él nos da por gracia en Cristo (Efesios 2:8), cómo tener una dulce y maravillosa comunión de amor con Él y cómo agradarlo por quien es Él.

I. Medios por los cuales Dios se nos ha revelado

Debido a la fundamental importancia que tiene el hecho de conocer y reflexionar en los medios por los cuales el Dios de la Biblia se nos ha revelado, es propicio que pasemos a explicarlos en esta sección, aunque sea de manera breve.

1. Por medio de su creación

Primero, Dios se nos reveló por medio de Su creación. Esta forma de revelación es la que se conoce como revelación general.

Todas las cosas que Dios hizo: el sol, la luna y las estrellas; las plantas y los animales; los hombres y las mujeres; todos nos hablan de Él como Creador inteligente. La Escritura testifica que "Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría" (Salmos 19:1,2). Todas las cosas creadas nos hablan de Dios.

Dios no se dejó a sí mismo sin testimonio (Hechos 14:17) sino que Él puso su sello en todo cuanto hizo para que nosotros lo reconociéramos, lo glorificáramos y lo sirviéramos. La Biblia afirma que "Las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas” (Romanos 1:20).

El mensaje que la creación contiene y nos envía acerca de Dios como Creador es tan claro y asombroso que no tenemos ninguna excusa para desconocerlo o ignorarlo.

2. Por medio de su Palabra escrita, La Biblia

En segundo lugar, Dios se nos reveló por medio de Su Palabra escrita, la Biblia. Esta clase de revelación es conocida como revelación especial.[2]

En la Biblia, Dios nos da a conocer su naturaleza, carácter, voluntad, nombres, atributos, su poderoso mensaje y las maneras en las cuales Él ha obrado y se ha manifestado a los hombres en las distintas edades de la historia. Las Sagradas Escrituras revelan la mente de Dios y su voluntad para nosotros.

Dios espera que nos acerquemos al contenido sagrado de su Palabra con una actitud humilde, reverente y sincera porque Él “atiende al humilde, mas al altivo mira de lejos” (Salmos 138:6). También espera y manda que la pongamos por obra y la obedezcamos con toda diligencia. Asimismo, que la enseñemos a otros con todo denuedo para que vengan al conocimiento de Él y de su voluntad.

Siendo usado por el Espíritu Santo, el apóstol Pablo aseveró que "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra" (2 Timoteo 3:16,17). Esta poderosa declaración acerca de las Escrituras nos comunica que es a través de ellas que Dios nos equipa y prepara con todo lo necesario para la vida piadosa que lo glorifica.

3. Por medio de su Hijo Jesucristo

En tercer lugar, además de su revelación en la creación y en su Palabra escrita, el Dios de la Biblia se reveló y espera ser conocido a través de Jesucristo su Hijo.

Jesucristo es la mayor y más clara revelación de quién es Dios. El escritor a los Hebreos testifica que Jesucristo es el resplandor de la gloria de Dios y la imagen misma de su sustancia (Hebreos 1:3).

En realidad, no llegamos a conocer a Dios meramente por nuestras solas facultades o capacidades intelectuales sino gracias a su inmensa gracia, manifestada a nosotros en la persona y obra de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (Juan 1:17), en quién debemos creer para tener vida eterna (Juan 3:16). Nadie en absoluto puede llegar a conocer verdaderamente a Dios el Padre sin primero creer en su unigénito Hijo Jesucristo.

Felipe, un discípulo que estuvo ansioso por conocer al Padre, dijo a Jesús: “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta” (Juan 14:8). La respuesta contundente de Jesús fue: "¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: muéstranos el Padre?" (Juan 14:9).

Esto que comunicó Jesús a Felipe es lo mismo que también necesita saber y reconocer todo aquel que anhela conocer a Dios hoy: Jesucristo es Dios, el que lo ve a Él ve también al Padre.

En otro lugar de las Escrituras, el Señor Jesús declaró: "Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar" (Mateo 11:27).

En armonía con estas palabras, no cabe duda de que es gracias a nuestro Señor Jesucristo que llegamos al conocimiento de Dios el Padre. Juan el apóstol lo dijo de esta manera: "Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna" (1 Juan 5:20).

Si no es por medio de Jesucristo ningún ser humano puede ser salvo ni llegar a Dios. Esta enseñanza bíblica separa al cristianismo de todas las religiones del mundo. Nadie jamás, sino sólo Jesús afirmó con autoridad: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).

Sin Cristo simplemente no hay camino que conduzca al Dios de los cielos, no hay verdad que pueda libertar ni vida abundante que disfrutar. El hombre y la mujer de fe sólo han de llegar a la presencia de Dios solo por medio de Jesucristo. La Biblia dice: "Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1 Timoteo 2:5). Sin una fe genuina en este Jesucristo que señala la Escritura es imposible ver y conocer a Dios.

II. Exhortación para los que conocen a Dios

Independientemente del grado o nivel de conocimiento que alcancemos de Dios, gracias a su revelación, debemos tener cuidado de nosotros mismos y de la doctrina (1 Timoteo 4:16), a fin de no sucumbir a las tentaciones del maligno.[3]

La realidad es que cada día vamos a ser tentados de múltiples maneras por la serpiente antigua (Apocalipsis 12:9), quien buscará debilitar y destruir nuestra hermosa relación con Cristo, al buscar atraernos hacia el pecado y a la desobediencia. Satanás tratará de hacer esto cuanto más él sabe que conocemos a Dios. Así que, estando persuadidos de esto, no debemos descuidar el hábito diario de la oración, el estudio y meditación continua de las Sagradas Escrituras y la práctica de otras disciplinas espirituales como el ayuno.

Cada día debemos vestirnos con la armadura de Dios, para al final de cada día estar firmes (ver Efesios 6:1-10).

La Biblia nos hace notar que no es suficiente conocer a Dios para evitar del todo las derrotas espirituales. A través de las experiencias de varios de sus personajes, la Biblia nos muestra que conocer a Dios simplemente no nos inmuniza contra las tentaciones o contra la posibilidad de caer en el pecado.

A continuación, considere sólo dos casos de personajes bíblicos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, que nos hacen reflexionar y nos advierten acerca del cuidado que debemos tener de nosotros mismos:

1. En el Nuevo Testamento, el caso del apóstol Pedro

El apóstol Pedro fue un hombre a quien la identidad de Jesucristo no le fue revelada por carne ni sangre sino por el mismo Padre que está en los cielos (Mateo 16:17). Sin embargo, a pesar de esto y de haber caminado un tiempo con Jesús, él lo negó tres veces en distintas ocasiones (Mateo 26:34). Pero, ¿por qué lo hizo?

Al analizar las Sagradas Escrituras nos damos cuenta que, en un momento de debilidad, Pedro cedió a la tentación de negar a Jesús debido a un exceso de confianza en sí mismo. Él luego se arrepintió de todo corazón por haberlo negado (Lucas 22:62). Sin embargo, debe quedarnos claro que él fue tentado y tristemente cayó a pesar del conocimiento que tenía acerca del Dios encarnado con el cual había caminado. Esta experiencia también nos debe servir de advertencia a nosotros hoy.

2. En el Antiguo Testamento, el caso de Moisés

Moisés fue un hombre que tuvo el privilegio de hablar cara a cara con Dios (Éxodo 33:11-13). Él era un siervo manso y humilde que conocía a su Señor y caminaba en su presencia. Sin embargo, al ser provocado por el sediento y exigente pueblo de Israel en el desierto, él traspasó el mandamiento que Jehová le había dado de hablar a la peña de la cual brotaría agua para el pueblo (Números 20:8). Pues en lugar de hablarle a la peña, Moisés decidió golpearla (Números 20:8); y esa roca era Cristo (1 Corintios 10:4).

Luego de esta experiencia, Moisés prosiguió honrando a Dios. Él no lo abandonó ni se fue en pos de los dioses falsos. Él continuó haciendo la voluntad del Gran Yo Soy (Éxodo 3:14), a pesar de la reprensión que recibió por su desobediencia (Números 20:12). Sin embargo, la consecuencia de haber deshonrado la palabra que Dios le había dado fue inevitable: no le fue permitido entrar a la tierra de Canaán sino solo mirarla desde lejos (Deuteronomio 32:51, 52).

*Una importante lección:

Por las Escrituras sabemos que Moisés fue enterrado por Dios mismo en un lugar que nadie conoce hasta hoy (Deuteronomio 34:5,6). En cuanto a Pedro, sabemos que se arrepintió de todo corazón de su falta (Lucas 22:62) e incluso escribió a los hermanos expatriados de la dispersión (1 Pedro 1:1) mostrando gran crecimiento y madurez espiritual.

Sin embargo, es importante señalar que las experiencias por las que ambos pasaron nos comunican esta importante lección: por más cerca que sintamos estar de Dios o de que lo conozcamos no debemos confiar en la carne (Filipenses 3:3) ni caminar por el terreno de la autosuficiencia. Debemos tener cuidado de cómo andamos delante de Dios.

Conocer cada vez más al Dios de la Biblia solo debe llevarnos a depender más de Él, a sujetarnos a su Palabra en todo momento y a aprender a ser mansos y humildes de corazón como Cristo (Mateo 11:29).

En su gracia y misericordia, Dios usa maneras y permite circunstancias en nuestras vidas para guiarnos a depender más de Él, aún sin importar cuanto lo conozcamos. A este respecto, Pablo tenía en cuenta lo siguiente: "Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera" (2 Corintios 12:7).

Gerson Rosa


[1] Revelación: es el acto mediante el cual Dios se da a conocer o se manifiesta al hombre. Significa "correr el velo", "descubrir" o "revelar".

[2] La revelación especial también incluye los sueños y las visiones que Dios reveló y, de manera muy especial, incluye a su Hijo Jesucristo.

[3] El conocimiento de Dios nos ayudará enormemente a evitar caer en los abismos del pecado y de la ignorancia, pero esa realidad no nos eximirá de nuestro deber de resistir al diablo (Santiago 4:7) y de luchar contra sus huestes espirituales de maldad (Efesios 6:12).

Nombres de Dios

"Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros" (Éxodo 3:13,14).

 Desde tiempos antiguos, los hebreos han tenido criterios muy particulares para asignar nombres a las personas. Para ellos los nombres no eran simples títulos de distinción de las personas sino expresiones que comunican verdades sobre su carácter o naturaleza.     

Por ejemplo, el nombre de Abraham significa “Padre de muchas gentes o de multitudes”; el de Eva, “madre de vivientes”; el de Bernabé, “hijo de consolación”; el de Daniel, “Dios es mi Juez”, y así por el estilo.

Lo mismo ocurre con los nombres[1] de Dios que encontramos en la Biblia: cada uno de ellos nos revela algo acerca de su carácter o naturaleza.

En las versiones castellanas de la Biblia, las palabras hebreas denominadas El, Eloah y Elohim son las que aparecen traducidas con el nombre de Dios. Los hebreos las utilizaron con mucha frecuencia para designar el nombre de Dios. A continuación, se ofrece una breve descripción de éstos y otros vocablos usados para Dios.

I. Nombres más comunes de Dios

1. El

El es una de las palabras más antiguas para referirse a Dios. Este nombre generalmente está relacionado con la verdad de que Dios es Uno, Fuerte y Poderoso. En el salmo 19:1, el rey David lo empleó cuando dijo: “Los cielos cuentan la gloria de Dios (El), y el firmamento anuncia la obra de sus manos”. Por otra parte, el vocablo El no solamente fue de uso exclusivo para denominar al Dios de la Biblia. Pues en la antigüedad también se empleó para traducir el nombre de una pluralidad de dioses paganos. Por este motivo, en las Escrituras, muchas veces el vocablo aparece acompañado de algún otro atributo[2] de Dios que lo permite distinguir de los dioses falsos. Por ejemplo, títulos como "Dios Eterno", "Dios Santo" y "Dios Omnipotente" hacen referencia al Dios verdadero, a la vez que comunican cualidades divinas de él que lo diferencian de cualquier dios o ídolo inventado o imaginado por los hombres. Comúnmente, en las Sagradas Escrituras, cuando encontramos nombres de personas o lugares terminados en El, significa que algo acerca de Dios se está comunicando. Este es el caso con nombres bíblicos como los de “Samuel” (que quiere decir "escuchado por Dios"); el de “Betel” (que significa “casa de Dios”) y muchos otros. La palabra El aparece unas 208 veces en las Sagradas Escrituras.

2. Eloah

Eloah es una palabra aramea, hallada especialmente en el Pentateuco.[3] Este vocablo también se utiliza para traducir el nombre de Dios. Probablemente, comunica los mismos significados que el vocablo El, referido anteriormente. Sin embargo, la palabra Eloah también ha sido entendida como la forma singular de la palabra Elohim cuya traducción y significado abordamos más adelante. El patriarca Job utilizó el vocablo Eloah cuando dijo las siguientes palabras: “Porque ¿cuál es la esperanza del impío, por mucho que hubiere robado, cuando Dios (Eloah) le quitare la vida?" (Job 27:8). Eloah aparece unas 56 veces en el Antiguo Testamento, de las cuales 41 veces aparece en el libro de Job.

3. Elohim

La palabra Elohim se menciona por primera vez en Génesis 1:1, donde Moisés declaró: “En el principio creó Dios (Elohim) los cielos y la tierra”. Elohim comunica la verdad de que Dios es Todopoderoso o Dios sobre todos los dioses. Estudiosos de los nombres de Dios afirman que Elohim es, probablemente, la forma plural de Eloah y el vocablo que más se repite en las Escrituras para referirse a Dios. Además, un aspecto que los eruditos bíblicos hacen notar con respecto a este vocablo es que, dependiendo del contexto en el cual se utilice, puede hacer referencia a ángeles, dioses, reyes o a jueces. Asimismo, existen dos interpretaciones importantes que se discuten sobre el vocablo Elohim. La primera, muy conocida, consiste en que en su forma plural, Elohim expresa la pluralidad de las personas de la Deidad,[4] es decir, Dios el Padre, Cristo el Hijo, y el Espíritu Santo. La otra interpretación tiene que ver con la afirmación de que Elohim hace alusión a la grandeza de Dios, a lo extraordinario que Él es, a su exclusividad como único Dios verdadero. No obstante, cualquiera de las dos interpretaciones que se asuman igual expresa la verdad acerca de Dios. Elohim aparece unas 2570 veces en las Escrituras.

 4. Señor

La palabra Señor proviene de los vocablos hebreos Adon y Adonai. Por su parte, el nombre Adon comunica la idea de señorío y posesión mientras que el de Adonai expresa la verdad de que Dios es Señor sobre su creación. En el idioma griego, los vocablos para Señor son Kyrios o Despótes. En la Septuaginta,[5] la palabra Kyrios se empleó para traducir el nombre hebreo de Jehová y en el Nuevo Testamento para hacer referencia a Dios como Señor. La palabra Despótes es empleada en un sentido positivo tanto en la Septuaginta como en el Nuevo Testamento y denota que Dios es Señor y dueño de todo lo creado. Para un análisis de esta palabra, considere pasajes bíblicos tales como: Hechos 4:24; 2 Timoteo 2:21 y Apocalipsis 6:10.

5. Jehová

El nombre Jehová procede de la palabra hebrea Yahweh. Este nombre es el más usado en el Antiguo Testamento para referirse a Dios. Jehová es un título para Dios que indica que él es uno, eterno e inmutable. En el idioma hebreo se escribe con las cuatro consonantes Yhvh, y se cree que se pronuncia de esta manera: Yavé. Sin embargo, aunque no se conoce su pronunciación exacta, se le han colocado las vocales e, o a, quedando el nombre como Jehová. Dichas vocales fueron colocadas en virtud de que, en su gran mayoría, el Antiguo Pacto se escribió en un hebreo antiguo en el cual no se utilizaban vocales. Los hebreos sentían tanto respeto por Yahweh que preferían no pronunciarlo sino llamarlo por nombres tales como los de Adonai, Shadday, entre otros. Con esto buscaban cuidarse de no pronunciar el nombre de Dios en vano, en respuesta al tercer mandamiento del decálogo.[6]

II. Nombres compuestos de Yahweh (Jehová)

Los nombres compuestos de Jehová frecuentan a lo largo de todo el Antiguo Testamento, con excepción del libro de Esther.[7] Muchos de estos nombres fueron dados por hombres que experimentaron en sus vidas la intervención divina de Dios en distintas circunstancias que les rodearon.     A continuación, basándonos en textos de las Sagradas Escrituras, referimos algunos de esos nombres con los cuales el Dios que revela la Biblia se dio a conocer.

a. Yahweh-Jireth

Yahweh-Jireth significa Jehová Proveerá. Es un nombre dado a Dios por su amigo Abraham. En Génesis capítulo 22 se registra que Dios pidió a Abraham que le diera en sacrificio a su único hijo Isaac. Abraham, por su parte, respondió obedientemente a esta petición. Sin embargo, antes de Abraham degollar a su hijo para llevar a cabo el sacrificio, el ángel de Jehová le dijo: “No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único” (Génesis 22:12). Tras estas palabras, la Biblia dice que Abraham alzó "sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá” (Génesis 22:14). Al meditar en esta experiencia, es interesante saber que así como Dios proveyó un cordero para librar la vida de Isaac en el sacrificio que ordenó a Abraham, así el mismo Dios nos proveyó a Jesucristo, quien murió en la Cruz del calvario en nuestro lugar para salvarnos de nuestros pecados y de la condenación eterna. Hoy Jesús continúa siendo ese cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29). Todo aquel que viene a él en genuino arrepentimiento y fe es salvo de todas sus transgresiones.

b. Yahweh-Rapha

Yahweh-Rapha significa Jehová tu Sanador. Este nombre aparece registrado en Éxodo 15:26, donde Jehová exhortó a los israelitas: “Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador”. Dios es el que sana a su pueblo tanto del cuerpo como del alma. En el Nuevo Testamento vemos que estando Dios encarnado en la persona de su Hijo Jesucristo, Él sanó de manera extraordinaria a muchos entre el pueblo, tanto del cuerpo como del alma. Hoy, en su soberana voluntad, la mano de Dios no se ha cortado para sanar. Conforme a su voluntad y misericordia, Él es poderoso para obrar salud tanto física como espiritual en nuestras vidas si le pedimos con fe, no dudando nada. Pues para Dios nada es imposible (Lucas 1:37). Dios no ha dejado de ser nuestro Sanador. Podemos acudir siempre a él, en plena certidumbre de fe, para recibir según su soberana voluntad en nuestras vidas.

c.  Yahweh-Sabaoth

Yahweh-Sabaoth significa Jehová de los Ejércitos. Comunica la idea de que Dios es el Dios de las hordas o huestes celestiales. Hace referencia a Dios como el guerrero que obtiene las victorias en las batallas de su pueblo. También comunica que Jehová es el que gobierna sobre los ángeles, sobre el reino de los hombres, sobre los cielos y la tierra, y sobre el cosmos.[8] El profeta Isaías, al hablar sobre el juicio y redención de Jerusalén, refirió el nombre de Jehová de los Ejércitos cuando dijo estas palabras: “Por tanto, dice el Señor, Jehová de los ejércitos, el Fuerte de Israel: Ea, tomaré satisfacción de mis enemigos, me vengaré de mis adversarios” (Isaías 1:24). El nombre Yahweh-Sabaoth también indica que Dios es el que reina sobre todo lo creado, arriba en los cielos y abajo en la tierra. Y esta es una de las poderosas razones por la cual nosotros podemos confiar plenamente en que Dios tiene todo bajo control. A la nación de Israel le fue dicho: “Porque tu marido es tu Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre” (Isaías 54:5).

d. Yahweh-Elyon

Yahweh-Elyon significa Jehová el Altísimo. Este nombre comunica la verdad de que Dios es soberano y está por encima de toda su creación. Nos habla de su majestad y señorío absoluto. Nos dice que solo Dios debe ser exaltado por toda la creación. La Biblia declara: “Porque tú, Jehová, eres excelso sobre toda la tierra; eres muy exaltado sobre todos los dioses” (Salmo 97:9); “Porque Jehová el Altísimo es temible; Rey grande sobre toda la tierra” (Salmo 47:2); El nombre Yahweh-Elyon también fue pronunciado por Melquisedec, en su encuentro con Abraham, cuando él declaró: “Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra” (Génesis 14:19). Este nombre indica claramente que el Dios Altísimo está por encima de todos nosotros. No existe autoridad más alta que Dios, ni arriba en los cielos ni abajo en la tierra. Él está sobre todos.

e. Yahweh-Roih

Yahweh-Roih significa el Señor es mi Pastor. Este nombre revela que Dios, como Pastor, es quien ama, cuida, alimenta, guía, bendice y defiende a sus ovejas, es decir, a sus hijos. El nombre Yahweh-Roih aparece en el famoso Salmo 23:1, donde el rey David expresó: “Jehová es mi pastor; nada me faltará”. David conocía muy bien la labor de pastor, pues él mismo tenía experiencia como pastor de ovejas. Sin embargo, en dicho salmo, él se coloca a sí mismo como una oveja bajo el cuidado de Dios, a quien correctamente identifica como su Pastor. En el Nuevo Testamento, nuestro Señor y Salvador Jesucristo también es llamado Pastor. Cuando Él estuvo en esta tierra, siendo verdaderamente Dios y verdaderamente Hombre, se identificó ante sus discípulos como el buen Pastor, el cual dio su vida por nosotros (Juan 10:11). Hoy, todos los creyentes en Cristo tenemos el privilegio de tener y llamar a Jesús como nuestro buen Pastor. Él nos amó de tal manera que dio su vida en la Cruz en nuestro lugar y resucitó al tercer día para salvarnos de nuestros pecados. Él es el Pastor y Obispo de nuestras almas (1 Pedro 2:25), Él es el "príncipe de los pastores" (1 Pedro 5:4).

f. Yahweh-Tsidkenu

Yahweh-Tsidkenu significa el Señor es nuestra Justicia. El profeta Jeremías se refirió a este nombre cuando dijo: “En aquellos días Judá será salvo, y Jerusalén habitará segura, y se le llamará: Jehová, justicia nuestra” (Jeremías 33:16). El nombre Yahweh-Tsidkenu señala que Dios es la justicia de su pueblo. Envía el mensaje de que siempre debemos esperar de Dios lo que es justo y recto porque Él es absolutamente Justo por naturaleza. En varios pasajes del Nuevo Testamento, también nuestro Señor Jesucristo es identificado como nuestra justicia. Por ejemplo, en 1 Corintios 1:30, se nos dice: "…por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención". En 2 Corintios 5:21, acerca del mismo Jesucristo, se nos declara que "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él" (2 Corintios 5:21). La biblia nos muestra claramente que Jesucristo vivió una vida de perfecta santidad, amor, rectitud y obediencia a Dios. Nos enseña que a través de la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo nosotros somos justificados por medio de la fe en Él (Romanos 5:1). Para entrar a la presencia del Dios que es Santo y Justo se requiere perfección moral absoluta en todos nuestros pensamientos y obras, algo que es imposible para nosotros los hombres a causa de nuestras debilidades al estar en un cuerpo de carne. Es por ello que solo vestidos de la justicia de Cristo podemos entrar a la presencia de Dios. El creyente sincero que entiende y acepta esta verdad bíblica alcanza una correcta visión del cristianismo. Quien alcanza un correcto entendimiento de la doctrina de la justificación en Cristo sirve y obedece a Dios con gozo porque sabe que ha sido justificado "gratuitamente por Su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús" (Romanos 3:24).

g. Yahweh-Shalom

Yahweh-Shalom significa Jehová es nuestra Paz. Este nombre fue dado a Dios por Gedeón en un contexto donde la nación de Israel, por haber hecho lo malo ante los ojos de Jehová, estaba siendo atacada por los madianitas. Yahweh-Shalom comunica la idea de que Dios es la fuente de nuestra paz e implica que podemos tener total confianza y seguridad en Dios, sin importar las circunstancias en las que estemos. Por medio de su Ángel, Dios había enviado a Gedeón a salvar a su pueblo de manos de sus enemigos. Sin embargo, Gedeón tuvo temor sobre si saldría vencedor o no en la batalla contra los madianitas. Pero Dios le consoló, le dio paz y seguridad con estas palabras: “Paz a ti; no tengas temor, no morirás” (Jueces 6:23). Tras recibir esta consolación, la Escritura declara que entonces Gedeón edificó un altar a Jehová, y lo llamó "Jehová-salom” (Jueces 6:24), que quiere decir Dios es nuestra paz. Hoy en día los creyentes no deberíamos temer a las presiones y huestes de maldad que nos amenazan y asedian cada día. No debemos temer a los que nos puedan hacer los enemigos de la cruz de Cristo en este mundo. El motivo es poderoso: Dios es nuestra paz.

h. Yahweh-Qadesh

Yahweh-Qadesh significa el Señor que santifica. Este nombre aparece registrado en Levítico 20:8, que dice: “Guardad mis estatutos, y ponedlos por obra. Yo Jehová que os santifico”. El nombre Yahweh-Qadesh expresa la idea de que Dios es el que separa para sí mismo a su pueblo, es decir, lo santifica. Por ejemplo, Él había separado para sí a la nación de Israel de entre todos los pueblos de la tierra para que le fuera un pueblo santo y especial. El Yahweh-Qadesh nos llama a vivir para sus propósitos santos (Mateo 4:10). Y debido a que Él es Santo debemos permanecer separados de todas las prácticas, hábitos y costumbres pecaminosas de este mundo. Los creyentes en Cristo nunca debemos perder de vista que, aunque estemos en este mundo, no somos de este mundo (Juan 17:16). Hemos sido separados y purificados por Dios, por medio de Cristo, y ahora el Espíritu Santo obra en nuestros corazones para que vivamos de tal manera que tengamos como fruto la santificación y como fin la vida eterna (Romanos 6:22). Este es el sentido de ser santo. Aunque la palabra hebrea qadosh, que es la que se traduce como “santo”, significa básicamente ser separado para Dios, es preciso señalar que ésta también comunica un sentido de pureza y limpieza.

i. Yahweh-Nissi

Yahweh-Nissi significa el Señor es mi estandarte y/ó El Señor es mi bandera. Este nombre fue dado a Dios por su siervo Moisés en la victoria que obtuvo Israel en la batalla con Amalec, en Refidim.  En esta batalla, cuando Moisés alzaba su mano, Israel prevalecía. Pero cuando él la bajaba, entonces prevalecía Amalec (Éxodo 17:11). Como Israel terminó venciendo a Amalec, entonces Moisés edificó un altar y llamó a Jehová con el nombre de “Jehová-nisi” (Éxodo 17:15), que traducido es “El Señor es mi Estandarte”. De igual manera, para nuestro consuelo y fortaleza, Dios es nuestro estandarte como iglesia. Gracias a Él, podemos vencer a las huestes espirituales de maldad que pretenden destruirnos porque tenemos a Dios como nuestro estandarte. La Biblia dice: “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31).

j. Yahweh-Sama

Yahweh-Sama significa Dios está aquí o presente. Este nombre es mencionado en Ezequiel 48:35, que dice: “En derredor tendrá dieciocho mil cañas. Y el nombre de la ciudad desde aquel día será Jehová-sama”. En este pasaje el profeta Ezequiel estaba haciendo alusión a la restauración del pueblo de Israel, nación en la cual Dios estaría presente. Apocalipsis 21:3, también nos comunica la misma verdad con respecto a esta morada de Dios con su pueblo, con estas palabras: “Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios”. En un sentido especial, Dios está presente en nosotros los creyentes por medio de Cristo y por el ministerio del Espíritu Santo en nuestras vidas. Mientras esperamos el día en el cual hemos de recibir cuerpos glorificados, Dios está realmente presente en nosotros. No estamos solos. Los creyentes que quedemos hasta la venida de Cristo, tenemos la promesa de que seremos arrebatados juntamente con los que murieron en Cristo “para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:17).

k. El Olam

El Olam significa Dios Eterno. Este nombre comunica la verdad de que Dios es Eterno. Él no tiene principio ni fin de días. Él no tiene una causa que le diera origen. Él es la causa misma de la existencia. El Salmo 90:2, lo asevera así: “Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios”. La Biblia dice que Abraham, después de haber hecho pacto con Abimelec en Beerseba, plantó en ese lugar un árbol tamarisco e invocó allí el nombre de Jehová Dios eterno (Génesis 21:33). La verdad de que Dios es eterno es anunciada en las Sagradas Escrituras con mucha frecuencia. La realidad de su eternidad nos debe motivar siempre a no aferrarnos a nada material en este mundo sino a El Olam Dios eterno. Así que vivamos el presente a luz de la eternidad del Dios que es Eterno.

l. El Roi

El Roi significa el Dios que me ve. Este nombre fue dado a Dios por Agar, la sierva de Sarai y Abraham. En el capítulo 16 del libro de Génesis se nos relata que Sarai, esposa de Abraham, decía que su esclava Agar la miraba con desprecio. De acuerdo con este relato bíblico, era por ese motivo que Sarai afligía a Agar mientras esta se encontraba embarazada de Abraham (con previo consentimiento de su misma esposa Sarai). Agar, como no podía soportar la aflicción de su señora, huyó de su presencia y fue a parar junto a una fuente de agua en el desierto. Sin embargo, el Ángel de Jehová la encontró y le dijo que volviera sumisa a su Señora. Le declaró, además, que su hijo se llamaría Ismael y que Jehová multiplicaría su descendencia y que su aflicción había sido escuchada. Luego de esas palabras consoladoras para Agar, la Biblia registra que ella llamó el nombre de Jehová de esta manera: “Tú eres Dios que ve” (Génesis 16:13).

m. El-Gibhor

El-Gibhor significa Dios Fuerte.  Isaías 9:6 declara: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6).[9] El nombre de El-Gibhor comunica la idea de que el poder de Dios es invencible. Nos habla del  Dios  "fuerte, grande y temible” (Nehemías 1:5), y que  todo lo puede. Los creyentes estamos llamados a fortalecernos en el Dios Fuerte y en el poder de su fuerza (Efesios 6:10). Siempre debemos ir hacia Él porque Él es la fuente de nuestra fortaleza.  Dios es el que "da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas” (Isaías 40: 29).

Gerson Rosa


[1] Los nombres de Dios, revelados tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, nos enseñan mucho acerca del carácter y naturaleza de Dios. Los creyentes, comúnmente, nos referimos al Creador con nombres tales como Dios, Jehová y Señor, pero la Biblia también utiliza otros nombres compuestos de él que nos comunican más acerca de su ser, poder y obras. Por ejemplo, los nombres "Dios es tu Sanador", "Dios Proveerá", "Dios es mi Pastor", "Dios Omnipotente", "Dios es mi Justicia", el "Dios que me ve" y otros, que  se consideran en este capítulo, son nombres compuestos de Dios que enriquecen nuestro entendimiento de Él, a la vez que nos hablan de su ser extraordinario y de sus obras.

[2] Atributo: es una cualidad divina de Dios. Por ejemplo, cuando la Biblia dice que Dios es Amor, Santo, Justo, Fiel, Inmutable, entre otros, está haciendo referencia a sus atributos divinos.

[3] La palabra pentateuco significa "cinco rollos". Viene del griego pénte (cinco) y teuchos (rollos). Se refiere a los cinco primeros libros del Antiguo Testamento (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio).

[4] La Deidad es una palabra bíblica que puede ser usada para hacer referencia a Dios el Padre, Cristo el Hijo, y al Espíritu Santo como tres que son uno. Aunque el término “Trinidad” comunica la misma verdad que enseñan las Escrituras acerca de Dios como Uno, se prefiere utilizar la palabra “Deidad” por ser esta la palabra que aparece en las Sagradas Escrituras para la divinidad.

[5] La Septuaginta es la traducción del Antiguo Testamento del idioma hebreo al griego.

[6] Decálogo: Los diez mandamientos.

[7] El libro de Esther es el único de las Sagradas Escrituras en el cual el nombre de Dios o Jehová no aparece. No obstante, es reconocido como un libro inspirado por Dios, que forma parte del canon bíblico.

[8] Cosmos: proviene de un vocablo griego que significa la totalidad de las cosas creadas.

[9] Esta es una de las profecías del Antiguo Testamento que apunta a Jesucristo como Dios. 

La voluntad de Dios (1/3)

"No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mateo 7: 21).

Dios es un ser supremo que posee voluntad.[1] Él no es una especie de fuerza impersonal misteriosa o alguna forma de energía cósmica que impulsa todas las cosas al azar. Dios es un ser personal y él hace todas las cosas según el designio de su propia voluntad (Efesios 1:11), la cual es buena agradable y perfecta (Romanos 12:2).

El concepto "voluntad de Dios" es bastante general en la Biblia y puede ser entendido de múltiples maneras. Por esta razón, y para alcanzar un entendimiento más específico del mismo, conviene explicarlo al menos en estas tres categorías: 1) voluntad de propósito, 2) voluntad de deseo y 3) voluntad de mandato.

1) Voluntad de propósito

La voluntad de propósito[2] significa que Dios lleva a cabo todo lo que se propone hacer y lo hace a su tiempo y a su manera, de acuerdo a su plan eterno.

Por ejemplo, Dios se propuso crear los cielos y la tierra y así lo hizo (Génesis 1:1); se propuso destruir al mundo impío de los días de Noé mediante un diluvio y así lo cumplió (2 Pedro 3:6); se propuso sacar a la nación de Israel de la esclavitud de Egipto, guiarla por el desierto e introducirla en la tierra de Canaán y así lo hizo (Deuteronomio 5:15); se propuso bendecir a todas las familias de la tierra por medio de la simiente de Abraham y así lo ha hecho y lo hace en Cristo (Génesis 22:18); se propuso dar leyes a su pueblo y enviarles profetas para que escuchen su voz y así lo hizo una realidad (Gálatas 3:19; 2 Crónicas 24:19); se propuso enviar a su Hijo Jesucristo a este mundo a morir en la Cruz para rescatar a la humanidad pecadora y así fue hecho (Juan 3:16; 1 Timoteo 1:15); se propuso establecer la iglesia de Cristo en el día de Pentecostés (Hechos cap. 2) y así por la Biblia sabemos que lo llevó a cabo.

La voluntad de propósito de Dios no es conocida de manera anticipada por el hombre a menos que Dios mismo la revele, y estos aspectos antes mencionados él ya nos lo reveló en su Palabra.

2) Voluntad de deseo

La voluntad de deseo de Dios significa que Él tiene deseos de que ciertas cosas sucedan o de que no sucedan. Dentro de lo que él no desea que suceda, podemos mencionar: 1) No desea que el hombre peque (Salmos 4:4); 2) No desea la muerte del impío (Ezequiel 33:11) y 3) No desea la perdición eterna del ser humano (2 Pedro 3:9). Dentro de las cosas que él sí desea que sucedan, podemos señalar: 1) Él quiere que todos los hombres sean salvos y que vengan al conocimiento de la verdad (1 Timoteo 2:4), 2) Él quiere que lo conozcamos (Jeremías 9:24) 3) Él quiere que todos procedan al arrepentimiento (2 Pedro 3:9) 4) Él quiere que obremos según el querer y el hacer que él mismo pone en nosotros según su buena voluntad (Filipenses 2:13; Santiago 4:15), 5) Él quiere que hagamos todas las cosas con amor y para su gloria (1 Corintios 16:14; 1 Corintios 10:31).

En su buena voluntad, Dios siempre ha tenido deseos de salvarnos y bendecirnos para nuestro bien y para su gloria. Por ejemplo, el solo hecho de que nos envió a su Hijo Jesucristo a este mundo, a morir por nuestros pecados en la Cruz, para nuestra redención, justificación y santificación (1 Corintios 1:30), es la evidencia más poderosa y contundente de los anhelos de Dios por salvarnos y bendecirnos. Él nos dio a su Hijo Cristo como autor de eterna salvación (Hebreos 1:1,2; 5:9), tanto para salvarnos de nuestros pecados como para alabanza de la gloria de su gracia (Efesios 1:6).

Pero, como es sabido, tristemente el hombre no siempre se sujeta a los deseos de Dios. Por esta razón, los deseos que Dios tiene de que el hombre no peque no siempre se ven satisfechos (y es por esta causa que viene el justo juicio de Dios sobre todo ser humano). No obstante, el hecho de que el hombre no siempre se sujeta a los deseos de Dios no significa que exista alguna imperfección en Dios o en su voluntad. La verdad es que, en su soberana voluntad, Dios permite (no que necesariamente aprueba) que ciertos hechos sucedan o no sucedan en su creación con el propósito de mostrar y exaltar su gloria en su tiempo y a su manera.

Por encima de la voluntad humana, Dios honrará todo cuanto ha dicho y prometido en su Palabra, ya sea para bendición o para justa condenación. Claramente, las Sagradas Escrituras enseñan que Dios bendice la obediencia en Cristo, pero también condena el pecado y la desobediencia a su voluntad en cualquier forma (Romanos 2:7-9; Deuteronomio 28).

3) Voluntad de mandato

La voluntad de mandato de Dios es la categoría de su voluntad que más ampliamente se manifiesta en las Sagradas Escrituras. Es también conocida como voluntad revelada.[3] Significa que Dios entregó mandamientos específicos en su Palabra para los que pidió obediencia. Esta clase de voluntad es la respuesta a nuestra pregunta de cuál es la voluntad de Dios para nuestras vidas.

En el Antiguo Testamento, a través de su siervo Moisés, Dios entregó a los israelitas el decálogo, es decir, los diez mandamientos. También entregó otras leyes, ordenanzas, estatutos, preceptos y decretos que eran como una extensión de los diez mandamientos para que la nación de Israel los cumpliera.[4] Estos mandamientos[5] y disposiciones regulatorias tienen que ver con la relación entre Dios y su pueblo bajo dicho pacto o Testamento. También prescribió el régimen de consecuencias por el incumplimiento de ésos mandamientos.

En el Nuevo Testamento, Dios dejó a todos los cristianos mandamientos específicos, los cuales hoy debemos cumplir bajo el nuevo régimen del Espíritu (Romanos 7:6). Estos mandamientos tienen que ver con nuestra relación con Dios, con Cristo, con el Espíritu Santo, con nuestros semejantes y con su creación. Están relacionados con la adoración, con las Sagradas Escrituras, con la iglesia, con el prójimo y la sociedad como un todo, con el matrimonio, con los hijos, con el trabajo, con los bienes materiales y con todas las instrucciones y promesas que Dios nos hizo en Cristo. En fin, la voluntad de mandato de Dios, bajo esta dispensación de la gracia, se expresa en mandamientos específicos que cubren toda nuestra vida como creyentes. Algunos de estos mandamientos específicos, que expresa esta categoría de la voluntad de mandato de Dios en el Nuevo Testamento, incluyen:
  • Creer en nuestro Señor Jesucristo (Juan 6:40).
  • Ser santos (1 Tesalonicenses 4:3).
  • Dar gracias en todo (1 Tesalonicenses 5:18).
  • Que, haciendo bien, hagamos callar la ignorancia de los insensatos (1 Pedro 2:15).
  • No dejar de congregarnos (Hebreos 10:25).
  • Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo (Marcos 12:30).
  • Ofrendar voluntariamente, cada primer día de la semana (1 Corintios 16:1-4).
  • Recordar la muerte de Cristo el primer día de la semana (Hechos 20:7).
  • Obedecer en el Señor a nuestros padres (Efesios 6:1-3).
  • No provocar a ira a los hijos sino criarlos en disciplina y amonestación del Señor (Efesios 6:4).
  • Obedecer a los amos terrenales, y que los amos dejen las amenazas (Colosenses 3:22).
  • Que los maridos amen a sus esposas como Cristo amó a la iglesia y que las esposas se sujeten a sus maridos, así como la iglesia está sujeta a Cristo (Efesios 5:21-23).
  • Predicar el evangelio a toda criatura (Marcos 15:16).
  • Leer las Sagradas Escrituras (1 Timoteo 4:13-16).
  • Orar sin cesar (1 Tesalonicenses 5:17).
  • Sobrellevar las cargas los unos a los otros (Gálatas 6:2).
  • Hacer todas las cosas con amor (1 Corintios 16:14).
  • Huir de las pasiones juveniles (2 Timoteo 2:22).
  • Ejercitarse para la piedad (1 Timoteo 4:7).
  • No hacer acepción de personas (Santiago 2:9).
  • Honrar a padre y a madre (Efesios 6:2), y muchos más. "En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad" (Efesios 1:11).

Hno. Gerson Rosa


[1] Hay personas que aseguran no saber cuál es la voluntad de Dios para sus vidas. Pero la voluntad de Dios está claramente revelada en su Palabra y él espera que la conozcamos y cumplamos.


[2] Es también conocida por los teólogos como voluntad de decreto.


[3] Uno no puede pretender conocer la voluntad no revelada de Dios mientras no obedece la voluntad que Dios ha revelado y expresado en su Palabra, en mandamientos específicos.


[4] Los mandamientos que Dios entregó a la nación de Israel tienen que ver con la adoración a Dios, la santidad, la esclavitud, las fiestas solemnes y las ceremonias, los actos de santidad y de pureza, la inmoralidad, las guerras, las enfermedades, el trato con los extranjeros, las relaciones comerciales, los bienes, sus pactos y promesas, entre otros aspectos bajo el antiguo pacto.


[5] Muchos judíos han considerado que los mandamientos del Antiguo Pacto suman en total 613. En la época medieval, un judío llamado Maimónides dividió éstos en las siguientes dos categorías: 1) mandamientos en positivo (los que tienen que ver con "hacer esto", un total de 248) y 2) mandamientos en negativo (los que tienen que ver con "no hacer esto", un total de 365). Sin embargo, más importante que este arreglo, es que sepamos que la Ley registrada en el Antiguo Pacto fue nuestro Ayo para llevarnos a Cristo (Gálatas 3:24).

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